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Váyase á parar á los tiempos de atras; examínese la criatura hasta en los brazos de su madre; véase el mundo esterior reflejar por primera vez en el espejo aun oscuro de su intelijencia; contémplense los primeros ejemplos que llaman sus miradas; escúchense las primeras palabras que despiertan en él las potencias adormecidas del alma; asistase en fin á las primeras luchas que ha de sostener, y entonces solamente se comprenderá de dónde vienen las preocupaciones, los hábitos y las pasiones que van á predominar en su vida. El hombre está, por decirlo así, todo él en los pañales de su cuna.

Alguna cosa semejante á esto se pasa en las naciones los pueblos siempre dejan traslucir su orijen; las circunstancias que han acompañado su nacimiento y servido á su desarrollo influyen en todo lo demas de su carrera.

Si nos fuese posible trasladarnos hasta á los elementos de las sociedades, y examinar los primeros monumentos de su historia, no dudo que pudiéramos descubrir allí la causa primera de las preocupaciones, hábitos, pasiones predominantes, y en fin de cuanto compone lo que se llama caracter nacional; nos sucederia que encontrariamos allí la esplicacion de usos que en el dia parecen contrarios á las costumbres vijentes; de leyes que se conceptúan en contraposicion con los principios admitidos; de opiniones incoherentes que se encuen

tran aqui y allí en la sociedad, como esos fragmentos de cadenas rotas que aun se ven colgar algunas veces en las bóvedas de un edificio viejo, y ya nada sostienen. Así se esplicaria el paradero de ciertos pueblos á quienes una fuerza desconocida arrastra hácia un objeto que ellos mismos ignoran. Hasta ahora semejante estudio ha carecido de datos; el espíritu analitico solo ha llegado á las naciones á proporcion que se iban envejeciendo, y cuando se les ha ocurrido al cabo el contemplar su cuna, ya el tiempo la habia circundado de una nube; la ignorancia y el orgullo la habian rodeado de fábulas, tras las cuales se ocultaba la verdad.

La América es el único pais en que se ha po-dido asistir al desenvolvimiento natural y tranquilo de una sociedad, y en que ha sido posible determinar el influjo que ejerce el punto de partida en el porvenir de los Estados.

Cuando los pueblos europeos desembarcaron en las riberas del Nuevo Mundo, ya estaban bien deslindados los rasgos del caracter nacional; cada uno de ellos tenia una fisonomía conocida ; y como ya habian llegado á aquel grado de civilizacion que incita á los hombres al estudio de ellos mismos, nos han trasmitido la pintura fiel de sus opiniones, costumbres y leyes. Los hombres del siglo XV nos son casi tan conocidos como los del nuestro. La América, pues, nos pone á las claras lo que la ignoran

cia ó la barbarie de las primeras edades han sustraido á nuestras miradas.

Bastante cerca de la época en que fueron fundadas las sociedades americanas para cerciorarse por menudo de sus elementos, bastante lejos de este tiempo para poder ya juzgar de lo que han producido estos gérmenes, parece que los hombres actuales están destinados á ver mas que sus predecesores en los sucesos humanos. La Providencia ha puesto á nuestro alcance una antorcha de que carecian nuestros padres, y nos ha permitido discernir en el destino de las naciones causas primeras que les ocultaba la oscuridad de lo pasado.

Cuando estudiada atentamente la historia de América se examina con cuidado su estado político y social, se tiene una profunda conviccion de esta verdad, à saber, que no hay una opinion, un hábito, una ley, y podria decir un acontecimiento que no esplique fácilmente el punto de partida. Los que lean este libro hallarán pues en el presente capítulo el germen de lo que debe seguir y la clave de casi toda la obra.

Los emigrados que fueron en diferentes periodos á ocupar el territorio que cubre hoy la Union americana, diferian unos de otros en muchos puntos; su objeto no era el mismo y se gobernaban con arreglo á principios diversos.

Estos hombres tenian no obstante entre si carac

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