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tropiezos ni estorbos, sino que obrase con arreglo á su misericordia. Conseguido el decreto de Ciro, nada restaba sino emprender su viaje, mas esto presentaba dificultades que era preciso vencer, y si bien Ciro con su decreto habia roto las cadenas del poder que les tenia sugetos hacía tantos años, tambien ellos tenian que romper las que sujetaban su corazon y le ataban á su cautiverio. Su industria, su actividad y su habilidad en el comercio juntamente con el ascendiente y proteccion que les habian dispensado los Monarcas sus dueños, y la tranquilidad que siempre habian disfrutado aun en medio de los trastornos de los paises en que habitaban, les habian proporcionado formarse los mejores establecimientos que habia en la Caldea y la Pérsia. Habian llegado á vencer la aversion con que al principio les miraban los naturales, y en el dia eran considerados como una colonia pacífica é industriosa, cuyo comercio les era muy útil. Poseian al presente, y de mucho tiempo antes, la amistad de los Monarcas, á quienes obedecian y en cierto modo mandaban. Se les fiaban empleos importantes, y no habia dignidad ni en Caldea ni en Pérsia, en que no les hayamos visto colocados; y si conservaban el nombre de cautivos, era solo con respecto á la Judea, á la que no se les permitia volver; pero en todo lo demas gozaban de un estado enteramente libre y comerciaban con todo el oriente. Todos estos lazos era preciso romper para salir de aquel pais de su paz y su abundancia y volverse á su tierra.

Aun la religion, que parecia ser el único mo

tivo de este viaje y mudanza, presentaba alli sus atractivos. Ellos habian hecho conocer el nombre de Dios á unos pueblos enteramente idólatras: habian estendido entre ellos su culto, y sin contar los Grandes y Reyes que ya le profesaban, apenas habia familia que no tuviese muchos prosélitos y esclavos que le seguian; y esto se vé en el recuento de salida del cautiverio, en el que se advierte que para cuarenta y dos mil trescientos y sesenta Israelitas, se hallan siete mil trescientos treinta y siete siervos y siervas; y tambien se vé en la resistencia que hizo por ventiun dias el Angel protector de la Pérsia á el Angel protector de Israel para que no saliesen los cautivos del reino que estaba á su custodia. Todo en fin al parecer concurria á dificultar la salida de los cautivos; y aun habia mas, porque si el pais de su cautividad les presentaba tantos motivos y alicientes para no desampararle, su pais propio, al contrario, no les ofrecia sino escaséces, contradicciones, inquietudes, peleas y el espectáculo de un templo arruinado, una Jerusalen destruida y desierta, unas ciudades arrasadas, y unas tierras ó eriales, ó poseidas por extrangeros que les darian bien que hacer antes de salir de su posesion, ó no saldrian de ella.

Unicamente tenian, para determinarse, el restablecimiento del culto de Dios en aquella ciudad y aquel templo que el Señor se habia escogido para recibirle; porque la tierra, que, segun la promesa del Señor, habia manado leche y miel á sus padres, no tenia apariencia de manar sino suero y hiel para ellos. Sin embargo no se lee que hablasen ni una sola vez de estas dificultades. Lo hemos dicho ya: la cautividad habia formado de Israelitas idólatras y rebeldes, fieles y verdaderos Israelitas. Llenos de religion y de fé reconocian: que la dicha que gozaban en su destierro, era efecto de la proteccion particular del Señor: que cesaria su felicidad en el momento que se hiciesen indignos de ella con su ingratitud: que las dificultades solo podian desanimar á hombres que apoyados en la prudencia humana solo contasen cón sus propias fuerzas; pero no á los que fundaban su esperanza en el brazo de un Dios omnipotente: que este protector soberano, que les habia conciliado por setenta años la benevolencia de los Reyes idólatras, les protegeria en todas las dificultades que se les presentasen, y les daria fuerzas para vencerlas; y en fin que á ellos no les tocaba disputar, sino obedecer cuando el Señor declaraba su voluntad, y que nada les importaba entrar en la Judea sobre felices ó desgraciadas circunstancias, con tal que reedificasen la ciudad santa, levantasen el templo y el altar, le ofreciesen en él los sacrificios de espiacion, alabanza y accion de gracias, y formasen el pueblo santo que habia de perpetuar la descendencia de Abraham hasta dar al mundo el Mesías tantas veces y por tanto tiempo prometido.

Arreglo del viaje. No pensaron, pues, los cautivos sino en aprovecharse del edicto de Ciro, publicado en todo su imperio; pero era preciso arreglar el viage. No convenia que todos los cau

tivos de Babilonía y de Pérsia, saliesen de una vez para ir á habitar en un pais erial para ellos, al paso que era muy importante que permaneciesen por algun tiempo en los dominios de Giró un número de cautivos que conservasen y fuesen vendiendo los importantes establecimientos que tenian en ellos, y que con el valor de las rentas y del capital supliesen al desamparo en que iban á verse los hermanos que pasasen á establecerse en la Judea; para que asi la abundancia de los que quedaban supliese la escasez de los que salian. Ciro en su edicto dejaba en libertad á cada uno para salir ó quedarse en sus dominios, y solo ordenaba, que los que quedasen en ellos, ayudasen con plata, oro, alimentos y bestias á los que saliesent

Se levantaron, pues, los cabezas de familias de Judá y de Benjamin, los Sacerdotes, los Levitas y todo aquel, añade el sagrado texto, á quien Dios despertó el espíritu (el deseo) de subir á edificar el templo del Señor en Jerusalen; de modo que el Señor fue quien señaló los que habian de salir, despertando en ellos el deseo. Luego se reunieron los ancianos y los principales del pueblo y se determinó que se previńiese á todos los que por entonces habian de volver á la Judea: que se dispusiesen para el viaje: que vendiesen las posesiones que pudiesen, dejando las demas al cuidado de los que aun quedasen; y que estuviesen prontos á marchar al primer aviso; pero era necesario elegir antes conductores que fuesen al frente de un pueblo, que iba á emprender un viaje, aun mas largo que el de los cautivos de Egipto; perque el Señor no habia llamado ahora, como entonces, á un Moisés, ni prometido su Angel para guiarlos.

J

Eleccion de Caudillos. La eleccion de estos conductores no era dificil, y desde luego recayó en Josué ó Jesus hijo de Josedee, y en Sasabasar ó Zorobabel hijo de Salaciel. Era Josué de una de las primeras familias sacerdotales, y en su ascendencia, que subia por Helcias su tercer abuelo, hasta Fineés, Eleazar y Aarón, contaba muchos soberanos Pontífices; y Zorobabel era nieto de Joanan, hijo mayor del piadoso Josías, primer heredero del trono de este gran Monarca, y único que no reinó de sus cuatro hijos, á causa del trastorno del derecho de descendencia en la confusion que precedió á la cautividad.

Precedentes á la salida. Hecha esta eleccion se dió el aviso de marcha, y todos aquellos á quienes Dios habia despertado el deseo de subir á Jerusalen á edificar el templo del Señor, se reunieron para emprenderla. Al mismo tiempo los demas cautivos, que aun quedaban en sus establecimientos, acudieron á los que salian con vasos de plata y de oro, y con alhajas y bestias de carga, sin contar con las cantidades que habian ofrecido para la reedificacion del templo del Señor. Tam bien el Rey hizo que Mitridates le trajese todos los vasos del templo del Señor, que Nabucodonosor habia llevado de Jerusalen y los entregó por cuenta á Zorobabel; y he aqui la cuenta de ellos: treinta tazas de oro y mil de plata, veintinueve cuchillos con mangos de plata, treinta copas de

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