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mayor hasta el menor á un banquete de siete dias y mandó que este se preparase á la entrada del palacio en el gran patio que formaban de una par te sus bosques y de otra sus jardines plantados y adornados con mano y cultura real. Allí se colocaron por todas partes lechos ó pequeñas camas con cubiertas de bordados de oro y de plata sobre un pavimento de esmeraldas y marmol muy blanco y de diversas pinturas, grabadas con variedad admirable, para que se sentasen y recostasen los convidados; y para librarles de los ardores del sol se estendieron magníficos pabellones y cortinajes de azul celeste y jacinto sostenidos de cordones de lino finísimo de color de púrpura que pasaban por anillos de marfil y se ataban á columnas de már mol... aqui, pues, fue donde se dió el gran banquete por siete dias á todo el pueblo de Susa. Bebian los convidados el vino en vasos de oro, ý se les servia, la comida en platos siempre dir ferentes y cada vez mas preciosos. Los manjares eran esquisitos y muy abundantes, y el vino de lo mas escelente; todo como convenia á la magnificencia de un Rey como Asuero. A ninguno se obligaba á beber, sino queria, ó á beber mas de lo que queria, por que lo habia ordenado asi el Rey, y puesto Grandes que presidiesen las mesas para que cada uno tomase lo que quisiese.

Banquete de la Reina. Finalmente, para que nada faltase á la vana ostentacion que habia resuel to hacer Asuero de su poder y riquezas, quiso que tambien la Reina Vasti, su esposa, hiciese un convite semejante, y por igual número de dias, á

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todas las mugeres en otro de sus palacios. Asi se verificó, y la Reina hizo un convite magnífico á todas las mugeres que se hallaron en Susa, como el Rey á todos los hombres.

Repudio de la Reina. El último día, estando el Rey mas alegre por el calor del vino, mandó á siete oficiales de los principales que servian en su presencia que pasasen al palacio, donde se hallaba la Reina Vasti su esposa, y la trajesen á su presencia adornada con las vestiduras reales y con la corona sobre la cabeza para que todo el pueblo y toda la corte viesen su hermosura, por que era muy hermosa. Indignada la Reina al oir una orden tan contraria á la ley del pais, que prohibia á las mugeres principales dejarse ver de los extraños, como opuesta á la modestia, decoro y dignidad de una Reina, se negó á ir, y despreció la orden de presentarse. La razon sin disputa estaba de parte de la Reina y si hubiera guardado razon en el modo de resistirse, , acaso la hubiera valido y sacado del paso; pero es un escollo muy comun, particularmente en las mugeres, perder el derecho por el modo de defenderle, y esto sucedió á la Reina. Los hervores del vino habian hecho que el Rey diese una órden fuera de toda razon, y los de la ira hacen ahora que obre fuera de toda justicia Enfurecido, y sin dar ni un momento á la reflexion, preguntó á los consejeros que, segun el uso de los Reyes, tenia á su lado; no si era culpable la Reina, que debia ser lo primero, sino la pena que debia imponersela.

Los consejeros no fueron mas templados que

el Rey y echaron toda la ley á la Reina sin detenerse á pensar si era en el caso tan culpable como exigia la ley. Mamuchan, que era uno de los principales, respondió al Rey en nombre de todos, di ciendo: la Reina Vasti no ha ofendido solamente al Rey, sino tambien á todos los pueblos y prínci pes que hay en todas las provincias del imperio, por que lo que ha hecho la Reina, llegarán á saberlo todas las mugeres del reino; por tanto despreciarán éstas á sus maridos diciendo: el Rey Asuero mandó que se presentase á él la Reina Vasti y ella no quiso. Con este ejemplar todas las mugeres de los principes Medos y Persas tendrán en poco los mandatos de sus maridos; por lo cual es justa la in dignacion del Rey. Si te parece salga un edicto de tu presencia, y escríbase segun la ley de los Medos y Persas, (que no es lícito traspasar) decretando: que la Reina Vasti no vuelva á entrar ya mas á la presencia del Rey, sino que reciba su reino otra que sea mejor que ella, y que esto sea publicado por todas las provincias de tu estensísimo imperio; y asi todas las mugeres, tanto de grandes como de pequeños, darán honor á sus maridos. Pareció bien al Rey y á todos los grandes el consejo de Mamuchan, y el Rey lo hizo según su consejo, y envió cartas á todas las provincias de su reino en diver sas lenguas y letras para que todas las gentes pudiesen leer y oir que los maridos eran los principales y superiores en sus casas, y que esto se pus blicase en todos los pueblos. Tal suele ser el postre de los festines donde no reina la piedad y la modestia. Aqui se concluye el banquete mas célebre, repudiando á una Reina por una resistencia, que, si no fue prudente en el modo, en la esencia debiera haberla grangeado el mayor cariño y hasta la veneracion de su marido. Mas como Dios es tan bueno, que, como dice S. Agustin, hasta de los males saca bienes, su Providencia se valió de la injusta discordia de estos dos reales esposos para dar cumplimiento al sueño misterioso de Mardo

queo,

Se buscan doncellas hermosas para que Asuero se escoja una Reina. Al cabo de algun tiempo cesó el enojo del Rey, y entonces volvió á renacer su pasion á la Reina Vasti. Se acordó de lo que habia hecho con ella y de lo que ella habia padecido. Conoció la ligereza con que en el calor del vino habia repudiado á una Reina tan recatada, decorosa y honesta; cotejaba la pequeñez de la falta de la Reina con el rigor de un repudio irrevocable segun la ley de los Medos y Persas, y esto le sumergia en una continua tristeza. Lo advirtieron sus ministros, y para retirar de la memoria del Rey un mal paso, que era ya irreparable, le propusieron el enlace de una nueva Reina que fuese aun mas hermosa y amable que Vasti. Búsquense, dijeron al Rey, muchachas doncellas y hermosas por todo el imperio; pónganse en la casa del Rey al cuidado del eunuco Egeo; dénselas vestidos, galas y demas necesario; presénteselas á la vista del Rey, y aquella que entre todas agradáre á sus ojos, esa sea la que reine en lugar de Vasti, Pareció bien al Rey la proposicion, y mandó que se hiciese como se le habia propuesto. Luego se

dió la órden, y conforme á ella fueron traidas á Susa muchas doncellas hermosas, y puestas al cui dado del eunuco Egeo.

Se reunen muchas y entre ellas Estér. Tambien fue tomada Estér y presentada entre las demas á Egeo, la cual le agradó y halló gracia en sus ojos; y mandó Egeo á otro eunuco que preparase para Estér ricos vestidos, adornos preciosos y cuanto la pertenecia: que destinasen siete doncellas de las mas bien parecidas de la casa del Rey para que la acompañasen; y que cuidase del adorno y buen trato, tanto de Estér como de sus doncellas. No quiso Estér indicar á Egeo su pueblo ni su patria, por que la estaba mandado que nada de esto declarase por su tio ó mas bien por su padre Mardoqueo, el cual paseaba todos los dias delante del pátio de la casa donde eran guardadas las doncellas escogidas, cuidadoso de la salud de Estér, y deseando saber lo que la sucedia.o

Asuero elige à Estér para Reina y se casa con ella. Se pasó un año entero en preparar y aumentar la belleza de las doncellas que habian de presentarse al Rey para elegir de entre ellas la Reina. Segun la costumbre en los seis meses primeros se ungian con aceite de mirra, y en los seis últimos usaban de aromas y perfumes. El dia que tocaba á cada una presentarse al Rey, recibia cuanto pedia de adornos y galas, y se componia á su modo y gusto para presentarse. Llegó á Edisa ó Estér su vez, y no pidió adornos mugeriles, sino que el eunuco Egeo la dió los que quiso para adornarse; mas Estér no los necesitaba, por

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