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con los nuevos cortesanos de Babilonia, y con esto dió á los enemigos de Daniel el arma para perder á este grande hombre, que era el que mas amaba Darío y del que mas necesitaba.

Daniel sigue su costumbre de orar al Señor tres veces al dia. Luego supo Daniel el contenido del edicto, y en una conciencia menos religiosa que la de este verdadero Israelita, acaso ninguna impresion habría hecho. No se le mandaba que hiciese oracion al Rey sino que, ó no la hiciese, ó de hacerla, fuese precisamente al Rey, y esta órden solo comprendia treinta dias. Nada, al parecer, mas facil que cumplir con su conciencia orando en el retiro de su aposento y en el secreto de su corazon, y cumplir con su obediencia al Monarca, absteniéndose de orar de un modo público con desprecio del edicto. Por otra parte no parecia justo exponerse temerariamente á la muerte, privar á su pueblo de su gran proteccion y menos exponerle al resentimiento del Monarca, al ódio del pueblo, á la persecucion y tal vez á la muerte; pero todas estas consideraciones no hicieron impresion en el ánimo de Daniel. A ellas opuso constantemente la ley. Creyó que no tributar á Dios el culto de costumbre en los dias prohibidos por el edicto, era desaprobar el culto del Señor, era negarle. Previó: que su conducta no seria aprobada por todo su pueblo: que se hallarían en él hombres condescendientes y hábiles en hallar temperamentos á la ley; y que le harían responsable de todos los males que viniesen sobre la nacion por este motivo; pero nada

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hizo balancear su firmeza. No se atendió á sí mismo, ni sutilizó trampeando con discursos apasionados los términos de la ley.

Habia dicho Salomon cuando dedicó el templo de Jerusalen, hablando con Dios: si los hijos de Israel se volviesen á vos de todo su corazon y de toda su alma en la tierra de sus enemigos á la que fueren llevados cautivos y orasen vueltos hácia el camino de la tierra que disteis á sus padres, y hácia la ciudad (de Jerusalen) que escogisteis, y hácia este templo que he edificado á vuestro nombre, vos oireis en el Cielo sus oraciones y sus ruegos, y hareis su causa. Esto tenia en su alma Daniel y creía deber cumplirlo orando tres veces al dia, mirando hácia la tierra de sus padres y hácia el sitio de las ruinas de Jerusalen y del templo. Cuando supo el edicto, entró en su habitacion, como antes, en las tres horas acostumbradas, y abiertas las ventanas de su cenáculo ó aposento, doblaba sus rodillas y adoraba y rogaba á su Dios vuelto hácia Jerusalen.

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Le espian sus enemigos, le hallan orando y le acusan al Rey. Sus enemigos le espiaban y no tardaron en hallar la ocasion que deseaban. Tomaron la hora, se entraron de tropel en su cuarto y le encontraron arrodillado, vuelto hácia Jerusalen y haciendo oracion á su Dios. Luego se fueron al Rey y hablándole acerca del edicto le dijeron: ¡ó Rey! ¿No has decretado que cualquier hombre que rogase á algun dios ó á algun hombre en el espacio de treinta dias, no siendo á ti, fuese arrojado en el lago de los leones? Verdad es, respondió el Rey, segun el decreto de los Medos y Pérsas, el cual no es lícito traspasar. Pues bien, dijeron entonces, ahí está Daniel de los hijos de la cautividad de Judá. No se ha cuidado de tu ley, ni del edicto que diste, sino que tres veces al dia hace su oracion y suplica á su Dios.

El Rey trabaja en defenderle y al fin tiene que permitir que le arrojen en el lago de los leones. Al oir esto el Rey se afligió en gran manera, y puso en su corazon librar á Daniel. Amaba muy de veras á este grande hombre, veneraba su virtud, honraba su ancianidad, reconocia sus servicios, y consideraba la necesidad que tenia de su persona. Trabajó todo el dia hasta puesto el sol en sacarle de las manos de sus enemigos; pero todo fue en vano; volvieron éstos al texto, y en tono atrevido y amenazador, dijeron al Rey: sabe que es ley de los Medos y Persas que todo edicto que pusiere el Rey no pueda alterarse. El Rey compelido de un decreto tan injustamente otorgado, como villanamente propuesto, dió ór den con el mayor sentimiento para que trajesen á Daniel, y mas conmovido todavia con la presen cia del venerable anciano, solo pudo decirle es tas cortadas palabras: tu Dios, á quien tú siem pre adoras, ese te librará. Entonces arrojaron á Daniel en el lago ó cueva de los leones. -El Angel del Señor cierra la boca de los leones y no le hacen daño. El Rey por una parte tel nia grande confianza de que las fieras no tocarian al siervo de Dios, y por otra grande temor de que sus enemigos, mas fieros que las fieras, le

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quitarian la vida que aquellas perdonasen. Con este temor mandó que se cerrase la boca del lago con una gran piedra, y se candase y sellase con su anillo y el de sus grandes, para que nada, dice el texto sagrado, se hiciese contra Daniel. Se retiró el Rey afligido á su palacio; se acostó sin cenar; no fue puesta comida en su presencia, y ademas, el sueño se huyó de él. Al rayar el dia se levantó y encaminó apresurado al lago de los leones, y acercándose á él llorando, exclamó con yoz lastimera: Daniel, siervo del Dios viviente ¿por ventura tu Dios, á quien tu sirves siempre, ha podido librarte de los leones? O Rey, respondió Daniel desde lo hondo del lago: vive para siempre. Mi Dios envió su Angel; éste cerró las bocas de los leones y no me han hecho daño alguno, porque en su presencia ha sido hallada en mí justicia, y contra tí, ó Rey, yo no hice delito. Al oir el Rey la voz de Daniel quedó trasportado de gozo, viendo que vivia; y mandó que al momento le sacasen del lago. Al instante fue sacado del lago Daniel, y no se halló en él ni la menor lesion, porque creyó y confió en su Dios. El Rey adoró al Dios de Daniel, y luego fueron traidos, mandándolo el Rey, aquellos hombres que habian acusado á Daniel, y arrojados en el lago de los leones, ellos y sus hijos y sus mugeres (familias crueles é impías), y aun no habian llegado al suelo del lago, cuando los arrebataron los leones, los despedazaron y desmenuzaron todos sus huesos, dice el texto sagrado.

Decreto de Darío. Entonces Darío escribió á

todos los pueblos, tribus y lenguas que morabau en toda la tierra: "la paz se multiplique en vosotros. Yo he decretado y mando: que en todo mi imperio y mi reino, todos teman y reverencien al Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y eterno en todos los siglos, y su reino no será destruido, y su poder durará hasta en la eternidad: es el Dios que libra, y que salva, que hace prodigios y obra maravillas en el Cielo y en la tierra: es el Dios que ha librado á Daniel del lago de los leones."

Ya vimos con alguna estrañeza que Daniel no se halló en el campo de Dura, ni acompañó á sus tres compañeros entre las llamas del horno. No pudimos dar razon de esta ausencia de Daniel en una ocasion, en la que, al parecer, debia estar al frente de aquellos héroes de la religion de sus padres, pero ahora acaso ya no lo estrañaremos al ver que el Señor dilató, pero no privó á Daniel de la prueba del justo, y quiso que, como Misac, Sidrac y Abdenago glorificaron su santísimo nombre entre las llamas, Daniel le glorificase entre los leones, para que asi como allí Nabucodonosor al ver los portentos de la diestra del Señor, bendijo al Dios de Sidrac, Misac y Abdenago y decretó pena de muerte á cualquiera de sus pueblos, tribus y lenguas que digesen blasfemia contra el Dios de Sidrac, Misac y Abdenago, asi aqui Darío confesase, adorase y bendijese al Dios de Daniel y mandase á todos sus pueblos, tribus y lenguas que temiesen y reverenciasen al Dios de Daniel. Misac, Sidrac y Abdenago fueron mas en

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