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Reyes se forman por usurpaciones sus pequeños. reinos, que trasladan á sus esposos en sus casamientos. Cada individuo de las familias reales quiere ser un Rey; hasta que por último la confusion llegó á ser tal, que cansados los Sirios de sufrir á todos estos Reyezuelos encarnizados unos contra otros, llamaron á Tigranes Rey de la Armenia para que los gobernase.

Fin del reino de Siria, sumergido en el imperio de Roma. Los Romanos solicitados sin cesar por los competidores á la corona de Siria, se guardaron muy bien de dar preponderancia á los unos sobre los otros. Recibian con mucha ateneion sus embajadores, aceptaban los presentes que les hacían, y entre buenas palabras y lisongeras promesas, dejaban á todos que se arruinasen alternativamente; mas cuando vieron que reinaba Tigranes, creyeron que habia llegado el tiempo de recoger el fruto de su astuta política. Declararon la guerra á este Rey, y Pompeyo, que fue el encargado de hacerla, le venció y se hizo dueño del reino. Entonces uno de los pretendientes, que se creía con mejor derecho á la corona de Siria, se presentó al General romano, esperando, que por los muchos y grandes presentes que habia hecho á los Senadores, y las palabras que se le habian dado, conseguiría ser restablecido en el trono de sus ascendientes; pero Pompeyo le dijo: el reino de Siria era ya de Tigranes. Nosotros hemos vencido á Tigranes y conquistado su reino. Hemos entrado en todos los derechos de Tigranes, y por tanto el reino de Siria pertenece ya á los Romanos, que sabrán defenderle mejor que vosotros. De este mo

do el reino de Siria, una de las piedras mas pre-
ciosas de la corona del grande Alejandro, vino á
sumergirse al fin de dos siglos y medio en el pié-
lago inmenso del imperio romano.

TESTAΜΕΝΤΟ,

HISTORIA DEL ANTIGUO
DESDE JUAN HIRCANO HASTA JESUCRISTO,
SACADA DE LOS LIBROS PROFANOS Á
FALTA DE LOS SAGRADOS.

Juan Hircano. La última accion que de Juan,
por sobrenombre Hircano, hijo del anciano y su-
mo Sacerdote Simon, nos refiere la Historia sa-
grada, es la justicia que hizo en los que, de órden
de Tolemeo, el asesino de su padre y hermanos,
venían á matarle. Vamos, pues, á continuarla,
guiados de la historia profana á falta de la sa-
grada.

Hircano, despues de hacer morir á los que
venían á matarle, corrió á Jerusalen para prevenir
los grandes males que causaria Tolemeo, si llega-
ba con los suyos á apoderarse de ella. Se dice que
cuando Tolemeo entraba por una puerta, Hirca-
no entraba por otra; pero lo que no tiene duda
es, que Hircano fue recibido, no solo con prefe-
rencia, sino proclamado con grande alegría Prín-
cipe de Israel, y sumo Sacerdote del templo, co-
mo lo habia sido su padre. Tolemeo huyó de Je-
rusalen, donde corria peligro su vida, y fue á re-
fugiarse al Rey de Siria, Antíoco Sidetes, que se

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cree haber sido el autor principal de la escena de Doc con la intencion de deshacerse de la familia de los Macabeos á quienes temia. Sidetes vino inmediatamente con su ejército sobre Jerusalen, cercó la ciudad y sentó sus reales á la parte del mediodia, por donde parecia mas facil la entrada. Hircano salió luego contra él, y valiente como sus ascendientes, echó por tierra sus torres y máquinas y le obligó á huir lejos de sus muros. El Rey volvió sobre la ciudad, y no daba señal de desistir de su empresa, pero se acercaba la fiesta de los tabernáculos y la piedad de Hircano le pidió una tregua de los dias que se necesitaban para celebrarla. El Rey, no menos piadoso que Hircano en esta ocasion, no solo convino en ella gustoso, sino que ofreció riquísimos dones y gran número de víctimas para celebrarla. Hircano encantado de esta liberalidad, trató de la paz, y propuestas por una y otra parte las condiciones para levantar el sitio, ofreció y entregó generoso una gran cantidad de direro. Nada se dice aqui en favor del parricida Tolemeo, el cual despreciado, como sucede á todo traidor despues de la traicion, vivió en la oscuridad, sin que se haya sabido el castigo que recibió por sus horrendos delitos. El Rey se encaminó á la Pérsia, donde, como ya hemos dicho, fue muerto á pedradas en el templo de la diosa Nanea.

Se acaba la persecucion de los Sirios contra el pueblo de Dios y le gobierna Hircano con paz y felicidad. Esta muerte de Sidetes puso á Hircano en estado, no solo de sacudir para siempre el yugo de los Reyes de Siria, sino tambien de dila

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tar sus dominios. Se apoderó de una parte de la Arabia, y lo mismo hizo de la Fenicia. Volvió sus armas contra los Samaritanos. Tomó al paso el puerto de Alepo, y las poblaciones de Simega y Siquem, y por último su capital Samaria despues de un año de cerco. La igualó con la tierra y destruyó en seguida su templo, edificado sobre el monte Garicin por Sanaballat habia ya doscientos años. Sujetó á los Idumeos é hizo que se circuncidasen y siguiesen la ley de los Judíos, con los que vivieron incorporados hasta la destruccion de Jerusalen y del templo despues de Jesucristo por Tito y Vespasiano. Estendió en fin su dominio no solo por la Samaria, sino tambien por la Galilea y muchas ciudades confinantes, de modo que llegó á ser tenido por el mas poderoso entre los Prínci pes de aquella parte del Asia. No fue menos señalado el tiempo de su Pontificado por su sábio gobierno, que por sus hazañas exteriores. Hircano fue el primero que fundó en Jerusalen hospitales para los pobres, especialmente para los peregrinos. Restableció el culto en toda su pureza, dando el primero su ejemplo, é hizo que el templo recibiese un nuevo explendor. Fortificó los muros de Jerusalen, puso á la nacion en el estado mas floreciente y murió el año de tres mil ochocientos noventa y ocho, ciento dos antes de Jesucristo y veintinueve de su Pontificado.

Fariseos, Saduceos y Esenos. Habia en su tiempo tres sectas entre los Judíos. Fariseos, Saduceos y Esenos. Los Fariseos aventajándose á los otros en ciencia, y profesando todo lo esencial de la ley de Moisés y de los Profetas, guardaban al mismo tiempo con nimiedad y hasta con obstinacion muchas tradiciones y ceremonias inventadas por ellos, y por esta observancia y sus mantos que les distinguian de los demas, se creían mejores que ellos. Llevaban al rededor de la cabeza, formando corona, unas listas de pergamino, que llamaban filacterias, cuyos remates caían sobre la frente, y en los que se veían escritos los diez mandamientos. Las mismas listas llevaban sobre el brazo izquierdo. Sus mantos llegaban hasta los talones, y tenían gran vanidad en estender sus franjas y sus orlas ondeadas. Ayunaban, oraban y hacían sus limosnas en público para que les viesen los hombres, y les alabasen, y esta vanidad era la que maleaba todas sus buenas obras y hacía que prefiriesen con frecuencia el orgullo de sus tradiciones á la humildad de la ley. En una palabra, los Fariseos se distinguian de todos los demas por su altivez, vanidad y soberbia. Los Saduceos eran por lo comun de poco saber, pero de mucho poder. Negaban varios artículos esenciales de la lev. No recibian mas libros sagrados que los cinco del Péntateuco ó de Moisés, que son el Génesis, el Exodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. Sus costumbres, al contrario de las de los Fariseos, eran laxas y propias para agradar á los grandes y á los poderosos, acostumbrados á los placeres, y esto les adquiria poderosos y ricos partidarios. En suma, los Saduceos apenas contaban con otros bienes que los de este mundo, y asi podemos considerarlos como los Epicuros del judaismo. Los Esenos eran unos hombres piadosos, procuraban cumplir con exactitud la ley del Se

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