hubieran tenido mayores enemigos que los paganos; pero los apóstatas, los impíos y los judíos corrompidos eran enemigos mucho mas temibles que los mismos paganos. Desde la muerte del santo Pontífice y mártir Onías, los verdaderos Israelitas no habian tratado de elegir un sumo Sacerdote que le sucediese en esta suprema dignidad, temiendo que en las turbulencias que agitaban la patria, recayese en algun malvado. Los apóstatas tuvieron á Jason, indigno de ser hermano de Onías, á quien usurpó el Sacerdocio, comprándole á la raiz pecadora, Antíoco el ilustre. Menelao, que ni aun era Levita, compró al mismo Antíoco el Pontificado que poseía Jason, aumentando la suma; y este fue el segundo Pontífice que tuvieron los apóstatas hasta que murió, como acabamos de ver, ahogado en ceniza. A vuelta de un año eligieron un tercero, llamado Alcimo, tan malvado como Menelao. Es verdad que Alcimo era Sacerdote, descendiente de la familia de Aaron y por esto menos incapaz del sumo Sacerdocio que Menelao, que era un seglar Benjamita; pero sobre su perversidad, llevaba estampado en su frente el negro borron de la apostasía. Considerando Alcimo que de ningun modo podría acercarse al altar, ni aun librar la vida, si volvia á Jerusalen, se dirigió á Antioquía al nuevo Rey Demetrio, solicitando su proteccion y auxilio para entrar en posesion del Pontificado. Le ofreció en su primera audiencia una corona, una palma y unos ramilletes, todo de oro y trabajado con gran perfeccion y nada mas hizo en este dia, pero habiendo tenido una buena ocasion, su perversidad se aprovechó de ella, aun mas allá de lo que habia imaginado su abundante malicia. Es llamado á un consejo del Rey y acusa á Judas y á los fieles Israelitas. Fue llamado á un consejo del Rey en que se debian tratar los negocios de la Judea. Sin duda la corona, la palma y los ramos de oro habian dejado impreso en la memoria del Rey el nombre de Alcimo. Fue preguntado este apóstata sobre el estado de la Judea y su forma de gobierno, y ciertamente que no podia ofrecérsele un campo mas propio para sus malvados intentos, y asi ya no tanto trató de implorar la proteccion del Rey, como de perder á Judas y á todos los buenos Israelitas. Gran Príncipe, respondió Alcimo, los que entre los Judíos son llamados Asideos (asistentes al culto divino), de los cuales es Judas Macabeo el caudillo, fomentan las guerras, mueven las sediciones y no dejan estar en quietud el reino; porque aun yo, despojado de la gloria de mis padres (digo, del sumo Sacerdocio), he tenido que venirme acá; lo primero, por conservar fidelidad á los intereses del Rey, y lo segundo, por mirar tambien por los intereses de los ciudadanos; pues por la malicia de aquellos hombres, toda puestra nacion sufre no pocas vejaciones. Por tanto os ruego, ¡ó Rey! que informándoos por menor de todas estas cosas, mireis por nuestra tierra y nacion, segun la humanidad que todos publican de vos; pues mientras viva Judas, no puede haber paz en las cosas. Cuando acabó de hablar Alcimo, sus amigos, que eran los hombres mas perversos é impíos de Israel, y que le habian venido acompañando como á su capitan y cabeza, confirmaron cuanto habia dicho y añadieron otras acusaciones contra los valientes de Israel delante del Rey, diciendo: Judas y sus hermanos han perdido á todos vuestros amigos, y á nosotros nos han echado de nuestra tierra. Enviad, pues, un hombre de vuestra confianza que vaya y vea los extragos que han hecho en nosotros y en las tierras del Rey, y que los castigue con todos sus amigos y favorecedores. Y con esto acabaron de hablar los malvados y de inflamar el corazon de Demetrio. Envia el Rey á su General Baquides y á Alcimo á la Judea con un fuerte ejército. Entonces el Rey eligió, de entre sus amigos, un Grande del reino, llamado Baquides, que tenia el gobierno de la otra parte del rio (Eufrates) y era fiel al Rey, y le despachó á la Judea para que viese el extrago que habia hecho Judas; y ademas concedió al impío Alcimo el Pontificado y le mandó que castigase á los hijos de Israel. Baquides y Alcimo se pusieron luego en movimiento y vinieron con un grande ejército á la tierra de Judá. Facil habia sido á Alcimo engañar al Rey ausente de la Judea, pero no sucedió asi con Baquides presente en ella. Vió que el grueso de la nacion estaba con Judas y sus hermanos, y que solo un corto número de apóstatas componía el partido de Alcimo; y aunque á la vez sonase mas éste, era porque los malos hablan siempre mas alto y causan las bullas y alborotos, de los que huyen los buenos. En Judea sucedia ahora lo que en todos los pueblos en que hay divisiones con motivo de religion. Casi siempre el partido de las gentes de bien es el que aparece menor, porque no rompe sino con dificultad. Esto sucedió en la Judea; mas no por eso era menos cierto que el partido religioso era el mas fuerte por su número, por su calidad, por su virtud y por su mérito. Esto lo advirtió muy luego Baquides, y aunque llevaba un buen ejército, quiso tentar el camino de la seduccion antes de apelar á las armas. cou Baquides y Alcimo proponen paz á Judas y sus hermanos, y éstos no les escuchan. De acuerdo Baquides y Alcimo enviaron mensageros que hablasen á Judas y á sus hermanos palabras de paz engaño; pero Judas y sus hermanos habian aprendido con mas de una esperiencia Fo poco que pos dian fiar en las palabras de los Griegos y mends en las de los apóstatas; y no dieron oido á sus pa labras, tanto menos, cuanto los veían venir con tur grande ejército. No se aprobó esta conducta de los Macabeos por todos los Judíos; pero no tardaron mucho en arrepentirse los que la desaprobaron. Unos hombres fieles á su religion y amigos de la paz, suponen facilmente á sus enemigos en tar buenas disposiciones como ellos y con tan buena intencion como la suya. No queriendo engañar creen que no serán engañados, y sufren terribles desengaños. Pasa una gran comision de Judios á tratar de ella con Baquides y Alcimo. Esto sucedió ahora á un número de Escribas, Doctores y valientes Asideos. Supieron la negativa de los Macabeos, y la miraron como nacida de una escesiva des confianza. Un hombre, dijeron, Sacerdote y descendiente de Aaron es quien nos convida con la paz; no es posible que quiera engañarnos; y con esta confianza fueron, no á tratar, como ellos pensaban de la paz, sino á entregarse en manos de sus enemigos, á quienes hicieron las mas justas proposiciones pidiendo la paz, pero no la querian Alci mo y Baquides. Sin embargo, les hablaron palabras pacíficas, y juraron que no les harían mal, ni á ellos ni á sus amigos. Con la mas cruel perfidia hace matar Baquides á sesenta de la comision. Los buenos Israelitas les creyeron, y cuando estaban mas confiados sobre sus palabras y juramentos, el pérfido Baquides mandó prender á sesenta de ellos y los hizo matar en un mismo dia; cumpliéndose ahora por segunda vez aquellas palabras del real Profeta: las carnes de tus santos y su sangre derramaron las naciones en rededor de Jerusalen y no habia quien sepultase. Asi se verificó la prudente máxima de que, con los enemigos de Dios no se puede tener paz, sino con buena guerra, y que no se les quita la gana de hacer mal, mientras no se les quita el poder. La nacion judía se halló convencida de esto con una funesta prueba que la llenó de terror. No hay que contar, dijeron los desgraciados Israelitas que pudieron huir, no hay que contar ni con verdad, ni con equidad en estas gentes. Ellos han quebrantado las palabras que dieron, y el juramento que hicieron. Baquides no habia quedado satisfecho de sangre. Envió tropas por todas |