Pues este Filipo tan olvidado, llegó á Antioquía con su ejército, cuando menos lo pensaban Lisias y Antíoco. Tomó posesion de la capital del reino y principió á gobernarle. Vinieron estas noticias á Jerusalen, cuando el Rey se hallaba ya á punto de asaltar el muro y entrar en el templo, y esta venida de Filipo, que era tan natural, fue el prodigio que obró Dios para sacar del peligro á Judas y su ejército, y librar del enemigo á Jerusalen y su templo. El Rey hace paces con Judas y levanta el sitio del templo. Lisias quedó consternado con este contratiempo, que le podría despojar de la tutoría, de la Regencia y acaso de la vida; y solo pensó en trasladar la guerra de la Judea á la Siria para resistir y destruir á Filipo. Como político inteligente y sagaz, formó desde luego su plan y se apresuró á presentarle al Rey y Generales del ejército, antes que otro mas sagaz que él se le trastornase. Cada dia nos consumimos, dijo al Rey y á los Generales. Tenemos pocos víveres y la plaza que sitiamos es fuerte, y lo que urge sobre todo es acudir á los negocios del reino. Hizo presente en seguida: que habiendo entrado Filipo en la capital con su ejército como Regente, seria dificil. arrojarle de ella, si se le daba tiempo para aumentar sus fuerzas; y que acaso tendría miras mas altas que la Regencia, y trataria de hacerse dueño del cetro: que, en cuanto á los Judíos, no se sujetaria su inquietud aun despues de haber ejecutado coutra ellos cuanto se meditaba: que, mientras quedase un Israelita, no habría paz sino se le de jaba en posesion de su religion, su ley y sus cere monias: que estos hombres á quienes se quería destruir, nada eran menos, que lo que de ellos se pensaba: que teniendo á cubierto los intereses de su religion, aceptarían cualesquiera condiciones razonables que se les quisiesen poner; y que un convenio con ellos se haría en el momento que el Rey les concediese continuar viviendo en su religion y guardando sus costumbres: que por esto se habian armado contra Antíoco su padre, y estaban armados contra su hijo; y que esto era lo que siempre les ponia las armas en la mano. El Rey y sus Generales aprobaron el discurso de Lisias, y el Rey convino en todo y envió inmediatamente comisionados á Judas para tratar de hacer paces, Judas estaba ya informado de la entrada de Filipo en Antioquía y de la consternacion del Rey, del Regente y de todo el ejército, y respondió al Rey con tanta firmeza, que convirtió en suplicante al que hasta allí se habia portado con tanta soberbia. Teniendo (el Rey) aviso, dice el texto sagrado, de que Filipo se habia rebelado en Antioquía, consternado y lleno de espanto, suplicando á los Judíos y sometiéndose á ellos, juró que les conce⚫dería cuanto pareciese justo. Judas deseaba verdaderamente la paz y se convino luego en las condiciones, siendo la primera, la esencial y casi la única el libre egercicio de su religion, El Rey y los Príncipes juraron el cumplimiento de estas condiciones, y Judas y sus tropas saliendo del templo y recinto en que se defendian, cumplimentaron al Rey y le hicieron los honores debidos. El Rey quebranta el pacto y las quejas de los Judios le obligan á observarle. Entró el Rey en el monte de Sion y vió las fortificaciones que le rodeaban, y rompiendo el juramento que acababa de hacer, mandó á sus soldados que las derribasen. Los Judíos comenzaron á quejarse agriamente de este atropellamiento, y á decir en tono bien alto: que ya se veía lo que se podía esperar de los juramentos del Rey y los Príncipes, y de la fé de sus tratados. Conocieron el Rey y el Regente el enojo de los Judíos, y como tenían tanto interés en que esta nacion irritada no se pasase á entender con Filipo, trataron de sosegarla con mil demostraciones de benevolencia. Visitó el Rey el templo. Entró en él con un profundo respeto. Presentó víctimas para un sacrificio, que se ofreció al verdadero Dios, y honró el santuario, ofreciendo ricos dones en señal de su reconciliacion. Abrazó al Macabeo, y le hizo Príncipe y Gobernador desde Tolemaida hasta la tierra de los Gerrenos ó Gerasenos. Judas no contaba mucho con estas demostraciones de una amistad, que tenia bastantes razones para no juzgar sincera; sin embargo, procuró aprovecharse de ella. Por lo que tocaba al Rey quedó muy contento con esta alianza que le sacaba del cuidado de que los Judíos la hiciesen con Filipo. Sale con su ejército de la Judea acompañado de Lisias y arroja á Filipo de Antioquía. Compuestas asi las cosas en la Judea, salió de Jerusalen para Antioquía rodeado de su ejército y acompañado de su tutor Lisias. Pasó por Tolemaida é hizo saber á los Tolemenses el tratado de paz que babia concluido con los Judíos y el nombramiento de Gobernador de su ciudad, que acababa de hacer en Judas Macabeo; pero estos ciudadanos llevaron muy á mal la amistad concertada, temiendo que se rompiese y fuesen envueltos en una guerra. Entonces Lisias, para aquietarlos, subiá al tribunal público; expuso las razones que habia tenido el Rey para firmar la alianza de que se quejaban, y consiguió con su discurso apaciguar al pueblo. E El Rey, el ejército y Lisias partieron inmediatamente para Antioquía, que era á donde les llamahan todos los intereses. Filipo se habia hecho dueño de ella desde que volvió de la Pérsia, y trataba los negocios del reino como Regente y tutor del Rey jóven, segun la última disposicion de su padre Antíoco; pero no se halló bastante poderoso para resistir á Lisias y á Antíoco. Avanzaron estos con su ejército hasta las cercanías de Antioquía. Filipo les salió al encuentro con el suyo, se dió la batalla, y quedó vencido Filipo y precisado á refugiarse á Tolemeo Filometor, Rey de Egipto, temeroso de que el Rey Antíoco le quitase la vida, Todo el ejército de Filipo se pasó al de Antíoco, si se esceptúa la guardia que acompañó á Filipo en su huida, El jóven Rey entró triunfante en la córte, acompañado de su Regente y tutor Lisias, donde fue recibido como soberano legítimo, y Lisias como Regente del Reino, Todo parecia quedar en paz en el imperio de los Griegos con esta destruccion de Filipo; pero una revolucion vino luega á turbarla. Demetrio Soter destrona á Antioco, quien pierde la vida juntamente con Lisias. El año de ciento y cincuenta fue vencido Filipo y huyó del reino de Siria al de Egipto; y el de ciento cincuenta y uno, Demetrio, llamado Soter, hijo de Seleuco, y primo hermano del Antíoco que reinaba al presente, salió de Roma donde habia estado en rehenes mas de trece años, y subió con pocos hombres á una ciudad (Tripoli) sobre la costa del mar y reinó allí. Su intento, al parecer, era sondear los ánimos, para derribar del trono á su primo Antioco. Luego descubrió el descontento de los Griegos con su primo, ó mas bien con el Regente Lisias, que lo mandaba todo. Estos antiguos súbditos de Seleuco su padre le reconocieron por Rey, y le ayudaron á conquistar los estados que su padre habia poseido. Juntó en Tripoli un buen ejército y construyó bajeles con los que se apoderó de muchas plazas importantes. No tardó en ser general la revolucion en favor de Demetrio. Seguido este Príncipe de su ejército y de la multitud que se le reunia en los pueblos del paso, llegó á la vista de Antioquía, y el ejército de Antíoco en vez de salir á defender á su Rey, se apoderó de él y de Lisias para ponerles en manos de Demetrio; mas luego que dieron á éste aviso de ello; no querais, dijo, que les vea yo la cara, y les mató el ejército. Demetrio entró aclamado en Antioquía y se sentó sobre el trono que habia ocupado su padre. Alcimo solicita del Rey Demetrio la posesion del Pontificado. La paz, que principiahan á disfrutar los Judíos, acaso habría sido durable, sino |