sus fortalezas, y por otra parte supo que Judas venia con su ejército, se retiró contentándose con dejar en la plaza mas fuerte del pais una guarnicion de diez mil hombres. Dositeo y Sosipatro, oficiales principales del ejército de Judas la acometieron con sus tropas, la asaltaron, la tomaron y mataron los diez mil hombres que Timoteo habia dejado para defenderla. Las tropas de Judas se componian de seis mil hombres. Formó de ellas doce batallones, cada uno de quinientos soldados. Puso al frente de cada batallon uno de sus mas valientes oficiales, y colocándose á la cabeza de su pequeño ejército, se dirigió contra Timoteo, que tenia ciento y veinte mil hombres de infantería y dos mil y quinientos de caballería. Cuando Timoteo supo la marcha de Judas y que venia á atacarle, envió las mugeres, los hijos y el resto del bagage á un castillo llamado Carnion, que era de los inexpugnables y ni aun se podia acercar ejército á su entrada por la estrechura de los desfiladeros que le rodeaban. Entre tanto Judas llegaba, y apenas se dejó ver el primer batallon, un pavor repentino, causado por una particular presencia de Dios, se apoderó de los enemigos, y tomaron la huida unos sobre otros, atropellándose, derribándos y muriendo una gran parte oprimida, hollada y sofocada por la otra: Al mismo tiempo Judas los cargaba de recio con todo su ejército y dejó tendidos por los campos hasta treinta mil de estos profanos. El mismo Timoteo no pudo librarse de la confusion y el atropellamiento, y cayó en manos de la tropa que mandaba Dositeo TOMO IV. 19 y Sosipatro. Conducido á la presencia de estos dos comandantes les rogó con grandes instancias, que le concediesen la vida, porque tenia en su poder muchos padres y hermanos Judíos, los cuales, muerto él, quedarían sin esperanza de vida, ó al menos de libertad; y dándoles Timoteo palabra de que se los restituiría, le dejaron ir salvo para salvar á sus hermanos; porque el castigo del enemigo, por mas justo que fuese, se les hizo imposible, luego que vieron que era preciso ejecutarlo á costa de la sangre preciosa de sus hermanos. Entre tanto, Judas seguía á los enemigos con la espada sobre ellos y entró con ellos en el fuerte de Carnion, matando aun otros veinticinco mil, y quedando á su discrecion las familias y bagages que habia retirado Timoteo á aquella fortaleza. Úna derrota tan completa quitó por mucho tiempo á los paganos de Galaad la gana de volver á declararse contra los Judíos. Desecho el numeroso ejército de Timoteo y castigados tan ejemplarmente los enemigos del pais de Galaad, aceleró Judas su vuelta á Jerusalen con su victorioso ejército, para ofrecer al Señor en su templo sacrificios de acciones de gracias por los grandes y contínuos triunfos que les habia dispensado, y para celebrar la fiesta de Pentecostés que se acercaba. Parece increible la prontitud con que Judas dió fin á tan gloriosas empresas. En menos de dos meses habia castigado los habitantes de Jope y de Jamnia, batido á los Arabes, pasado el Jordan, tomado la fortaleza de Casfin y otras, derrotado á Timoteo, desecho y casi exterminado á su ejército, y se hallaba de vuelta en Jerusalen. Pero ¿qué no pueden los ejércitos que se ponen bajo la proteccion del Señor! Sus victorias no les cuestan, sino tantos actos de confianza en su Magestad, cuantas son las plazas que tienen que rendir, y las batallas que tienen que dar. Otra guerra con el General Gorjias y otra victoria de Judas. No tomó Judas mas descanso en Jerusalen que el necesario para ofrecer sus víctimas y celebrar la solemnidad de la fiesta. No tenia en olvido los insultos de Jope y Jamnia, ni la liga que contra su nacion habia formado toda la costa marítima con los Idumeos. Gorjias estaba á la cabeza de ella, como Timoteo habia estado á la de Galaad, y aunque no fuese tan numeroso su ejército, él era por su destreza enemigo mas temible. Judas determinó domarle tan bien de una vez, que escarmentase para siempre. Escogió solamente tres mil de sus valientes de infantería, y cuatrocientos de caballería, porque el teatro de la guerra era llano; y con ellos fu á presentar la batalla. El combate fue obstinado y la victoria estuvo dudosa por algun tiempo. En esta ocasion vió Judas con suma inquietud lo que nunca habia experimentado desde que mandaba las tropas del pueblo de Dios. Siempre habia vencido sin pérdida, y ahora veía en el campo un número, aunque pequeño, de sus soldados muertos. Esta pérdida afligió estremadamente al General, pero no le turbó; antes faltó poco para que Gorjias perdiese con este motivo la libertad ó la vida. Orgulloso este General -pagano al ver muertos algunos soldados de Judas, : avanzó demasiadamente entre los combatientes, y un soldado Judío de á caballo, llamado Dositeo, hombre de mucho valor, conoció á Gorjias, rompió por entre los enemigos, le asió; pero en vez de matarle, como pudiera, se esforzaba por hacerle prisionero. Entonces otro soldado de á caballo, de Tracia, viendo el peligro de su General, corrió á Dositeo y le derribó un hombro de un golpe de sable, desprendiendo asi de sus manos á Gorjias, quien asustado huyó á todo correr á la considerable ciudad de Maresa. No llevó la huida de Gorjias tras de sí la del ejército, como sucede comunmente en semejantes lances; aun se defendió éste largo tiempo, y llegó á rechazar el ala derecha de los Israelitas, y á ponerla en tanto peligro, que tuvo Judas que acudir á su socorro. Ocupó el frente del cuerpo de ejército que balanceaba; pidió al Señor que fuese su ayuda y su guia, y levantando su voz (en lengua patria que no entendian los gentiles), cantaba con sus soldados himnos y salmos á grandes gritos. Su ademan imponente, su voz tronante, sus clamores al Cielo, y sobre todo el terror del Señor, asustaron á los enemigos de tal modo, que no pudieron sufrir su vista y huyeron cada uno por donde pudo. Se descubre al enterrar los cadáveres de los soldados de Judas, muertos en esta guerra, un hurto idolátrico. Conseguida en fin por Judas la victoria, que con tanto empeño se le habia disputado, reunió sus gentes, que no estaban menos admiradas que su General de tanta resistencia, y las condujo á la ciudad de Odolan, no lejos de Mare : sa, donde Gorjias se habia refugiado; y sobreviniendo el dia séptimo, purificados segun costumbre, celebraron allí el sábado. El dia siguiente vinieron al campo de batalla para llevar los cuerpos de los que habian muerto en el combate, y enterrarlos en los sepulcros de sus padres; y hallaron ¡qué sorpresa tan sensible! hallaron bajo de las túnicas de los muertos idolatrías, esto es, alhajas ofrecidas á los ídolos que habia en Jamnia. Esto les afligió en gran manera; pero hizo que no les sorprendiese ya su muerte. Prohibia la Ley expresamente que se tomase cosa alguna dedicada á los ídolos, ó que hubiese servido para su culto. Cuanto se hallase de estas cosas debia quemarse, y cualquiera que contravenia á esta Ley era reo de muerte. Dios se habia hecho aqui justicia, y conociendo todos que estos infelices habian recibido de mano de los enemigos el castigo de su codicia, bendijeron al Señor por sus justos juicios, le rindieron humildes gracias por haber hecho pública, para instruccion de los demas, la prevaricacion que los culpables habian procurado ocultar, y puestos en oracion rogaban al Señor que fuese entregado á un eterno olvido el pecado que habian cometido. Piedad de Judas y su ejército para con los muertos. Con este motivo el valerosísimo Judas exhortaba á todos á que se conservasen sin culpa, viendo lo que habia sucedido por sus pecados á los que habian sido muertos; y á que tuviesen compasion de sus difuntos hermanos, que habiendo muerto peleando y combatiendo como buenos Israelitas en defensa de la religion y del templo, era |