iba á ejecutar en la tierra. Sus dolores no cesaban -y todos sus males crecian en tanto grado que no dejaban la menor esperanza de vida. Declara heredero del reino á su hijo Antioco, menor de edad, y Regente á Filipo. En tal estado hizo llamar á Filipo, su hermano de leche, y el mas íntimo de sus amigos, y le nombró Regente del reino. Puso en sus manos su corona, su manto real y su anillo. Le encargó la crianza de su hijo Antíoco, Príncipe de nueve años, y le exigió juramento que le colocaría sobre el trono luego que llegase á la mayor edad, y que le mantendría en él contra todos los pretendientes que intentasen derribarle. El moribundo Monarca no podia dejar de recelarse de Demetrio, hijo de su hermano Seleuco, que tenia derechos bastante fundados sobre el reino y se hallaba en edad de hacerlos valer. Juzgaba, y con razon, que los Judíos, escarmentados de su gobierno cruel, temerian hallar en su hijo otro tirano semejante á su padre, y que si Demetrio alcanzase la libertad de salir de Roma, como él mismo lo habia conseguido, le ayudarian á subir sobre el trono con perjuicio de su hijo. Sucarta á los Judios. Con este temor se determinó á escribirles en forma de súplica una carta, en la que no puede dejar de percibirse el genio doble y la mala fé de este Príncipe, que sabiendo los malos tratamientos que habia usado con la nacion judía, la habla de sus beneficios; y estando cierto de su próxima muerte, finge tener mucha esperanza de restablecerse. Se manifiesta aun en estado de hacerse temer, y en vez de las persecuciones con que habia atormentado á los Judíos, supone sin vergüenza favores que jamás les habia hecho. Los términos en que fue escrita esta carta son los siguientes: El Rey y Príncipe Antíoco á los Judíos, buenos ciudadanos, mucha salud, bienestar y toda prosperidad. Si teneis salud vosotros y vuestros hijos, y todas vuestras cosas suceden segun las deseais, nos congratulamos. Yo, pues, aunque me hallo enfermo, acordándome benignamente de vosotros en esta grave enfermedad que me ha sorprendido, cuando volvia de Pérsia, he creido necesario cuidar de la utilidad comun, no porque desespere de mi salud, antes confio mucho que saldré de esta enfermedad, sino atendiendo á que mi padre, cuando andaba con su ejército por las provincias altas, declaró, quien habia de tener el principado despues de él, para que, si acaeciese alguna desgracia ó viniese alguna mala nueva, no se turbasen los que estaban en las provincias, no sabiendo á quien se habia dejado el mando. Considerando ademas, que, cada uno de los confinantes y vecinos poderosos estan á espera de ocasiones y aguardando coyunturas, he declarado por Rey á Antíoco, mi hijo, al que yo, al pasar á los lugares altos de mis reinos, recomendé muchas veces á muchos de vosotros, y le he escrito lo que sigue (esta carta se ha perdido). Por tanto os ruego y pido, que acordándoos de los beneficios que habeis recibido de mi, en comun y en particular, cada uno guarde el vasallage debido á mí y á mi hijo; porque espero que él se portará con : moderacion y humanidad, y que, siguiendo mis intenciones, os dará muestras de su afabilidad." Su muerte. Esta carta artificiosa y llena de mentiras fue lo último de la vida de Antíoco. Murió inmediatamente de haberla firmado en un pais estraño y en la soledad de los montes el año de ciento cuarenta y nueve del imperio de los Griegos en Asia, y el doce de su reinado. Impío y blasfemo para con Dios, falso y traidor para con sus mas fieles servidores, cruel señor, horrible tirano... tuvo un fin digno de su persona, muriendo podrido en los desiertos, sirviendo de pasto á los gusanos, arrojando un hedor intolerable á todos los que le rodeaban, causando horror á sus mismos amigos, siendo execrado de todo su ejército, aborrecido de todos los buenos, detestado hasta de los malos, y dejando á todo el mundo en su muerte trágica un ejemplo del término fatal en que, por lo comun, vienen á parar la impiedad, la irreligion y la tiranía. : Lisias proclama Rey á Antioco, hijo de Antioco con el nombre de Eupator, y se declara á sí mismo Regente. El impío de quien acabamos de hablar, no merecia ser Rey, y no es de admirar que no fuese sentida su muerte, ni se interesase el reino en el cumplimiento de su última voluntad. Filipo, á quien pertenecia la regencia, según las últimas disposiciones de Antioco, juzgó que debia conducir á Antioquía su cadáver y tomar al mismo tiempo la tutela del Rey jóven y el gobierno del reino; pero Lisias que habia quedado Regente del Reino en Antioquía cuando Antíoco salió para la Pérsia, y qué habia criado al nuevo Rey desde su infancia y le tenia consigo, supo la muerte de Antíoco y sus últimas disposiciones antes que llegase Filipo con su cadáver, y sin detenerse por ellas, proclamó Rey á Antíoco su hijo, dándole por una mentirosa adulacion el nombre de Eupator, que quiere decir nacido de buen padre, y conservándose la regencia del reino, que le confirmó su pupilo. Nada mas funesto para los Judíos que semejante Regente, porque Lisias los aborrecía, principalmente desde que fue batido por ellos en Judea. Gorjias se arma contra los Judios. El primero que trató de hacer la corte al Regente á costa de los Judíos fue Gorjias, tan famoso por su habilidad en la guerra, y tan conocido en la Judea por las grandes batallas que habia perdido, peleando con Judas. Mandaba Gorjias en aquella parte de la Idumea que dice al poniente de la Judea, y en las plazas de Palestina que estan sobre la costa del Mediterráneo. Quiso probar fortuna con un héroe, que juzgaba digno de ser su ribal, y para hacerlo con superioridad contrajo alianza con los extrangeros. Las pocas ventajas que Gorjias habia conseguido sobre José y Azarías, cuando estos salieron á pelear contra las órdenes de Judas, le habian envanecido tanto, que se imaginaba invencible. Socorrido de los Filisteos, principió por incomodar á los Judíos convecinos. Le ayudaban en esto los apóstatas, á los cuales los enemigos del pueblo de Dios acogian en su pais con mucho gusto, y les confiaban muy buenas plazas en las que recibian á todos los otros apóstatas que huian de Jerusalen obligados de la presencia de Judas, y desde las cuales salian á perseguir á sus hermanos los Judíos fieles. Judas sale con sus tropas á campaña, toma muchas plazas y mata no menos que veinte mil enemigos. Entonces Judas y sus valientes resolvieron salir á campaña y hacer ver á sus vecinos, que el poder de Lisias en el reinado de Eupator no les intimidaba mas que en el de su padre Antíoco, ni les detenia, cuando se trataba de defender su religion y su pátria. La ruidosa venganza que Dios acababa de tomar de su tirano, era para ellos una nueva prueba de su divina proteccion. Asi que el General y su tropa no se preparaban para las expediciones, sino con las mas fervorosas oraciones. Salieron, pues, de Jerusalen, donde habian descansado despues de la toma de Azoto; y Judas, dividiendo su ejército en diferentes cuerpos para caer principalmente sobre las plazas donde estaban los Judíos apóstatas, se hizo dueño de cuantas atacó, á pesar de estos renegados que, como no esperaban cuartel, se defendian á la desesperada. Judas estaba resuelto á no perdonarles, persuadido de que, habiendo sido infieles á su religion, jamás serian fieles á su pátria, y murieron en estas expediciones no menos que veinte mil. Se defienden dos torres, y Judas deja tropas que las tomen para acudir á otro punto amenazado. Estos primeros golpes hicieron temblar á cuantos enemigos quedaban en la Idumea. En ninguna parte se juzgaban seguros y tomaron el partido de encerrarse en dos torres fuertes. En |