esta vez el frente de las tropas, sino su espalda para unirse con ellos. Se puso á retaguardia, y recogiendo á todos los cansados, les concedia descansos, mandando hacer alto al ejército. Les consolaba con amor y cariño de padre, y les alentaba contra las dificultades del camino, representándoles: que, separados de sus hermanos por tan largo tiempo, no habian esperimentado en su ausencia mas que calamidades; y que el Dios de sus padres queria reunirlos á todos en la Judea, para que compusiesen un solo pueblo, le adorasen en un mismo templo, viviesen bajo de unas mismas leyes, y gozasen juntos de unos mismos privilegios. Animados con estos discursos, y enamorados del cariño de su General, se esforzaban á seguir su camino, y no tardaron en llegar á ver la ciudad -santa, cuya vista anhelaban con tan ardiente deseo, tanto el ejército como el numeroso pueblo que traía como redimido del pais de Galaad. Se dirigieron sin separarse, ni una sola persona, á Jerusalen; entraron trasportados de gozo en el templo del Señor; se postraron en tierra y besaron repetidas veces con toda la efusion de su corazon el pavimento de la casa de Dios. Ofrecieron sacrificios; inmolaron víctimas, y rindieron al Señor las mas entrañables y rendidas gracias, por las señaladas victorias que les habia concedido, por su feliz vuelta á la Judea y porque ninguno habia perecido en tan dilatada marcha y entre tantos enemigos. José y Azarías son derrotados, porque no pertenecen á la familia guerrera de Matatias. Queda dicho: que, cuando Judas, acompañado de : Jonatás y Simon, salió de Jerusalen á defender los hermanos de Galilea y Galaad, entregó á José y Azarías, capitanes del ejército, las tropas que quedaban en la Judea para que la defendiesen; pero encargándoles estrechamente, que no saliesen á pelear con los gentiles hasta que ellos volviesen. Cuando José y Azarías oyeron los triunfos que conseguian Judas y sus hermanos en Galilea y Galaad, tocados de la vanidad y el orgullo se digeron uno á otro: hagamos tambien nosotros célebre nuestro nombre, peleando con las naciones que nos rodean; y luego juntaron las tropas que les habia dejado Judas y fueron contra Jamnia, ciudad marítima de los Filisteos, en la tribu de Dan. Sin duda creyeron hacerse mas célebres, quitando á los Jenemigos una plaza fuerte que pertenecía á las tribus de Israel. Mas para castigo de estos inobedientes se hallaba en la plaza con buena guarnicion Gorjias, General Siro, que habia peleado con Judas. Sabia bien este General que por esta vez no tenia que haberselas con el valor de Judas y sus hermanos, porque estos se hallaban ocupados en las guerras de Galaad y de Galilea, y asi nada temió. Sin esperar que las tropas de José y Azarías se acercasen á la ciudad, salió con su guarnicion al encuentro, les acometió, les derrotó, y les fue persiguiendo hasta las fronteras de Judea. José y Azarías perdieron en la batalla y la huida hasta dos mil hombres, y son muchos de sentir, que tambien murieron ellos, porque el ejército se desordenó enteramente, y ni en esta ocasion, ni en otras muy del caso, se vuelve á hablar de ellos. ¡Justo castigo de su temeraria desobediencia! Ellos no quisieron observar el encargo de Judas, creyendo en su orgullo que harian famoso su nombre, y no consiguieron sino la execracion de los huérfanos y las viudas que resultaron en Israel de su derrota. Ellos no consideraron que no descendian de aquel linage de hombres que habia escogido el Señor para dar la salud á Israel, es decir, del valiente Matatías. Supo Judas esta derrota á su vuelta de Galaad y le fue tanto mas sensible, cuanto era la primera que habia sufrido el pueblo de Dios desde que se le habia encargado su defensa; pero supo disimular, y no se oyó de su boca la menor queja. Este sufrimiento y grandeza de ánimo en medio de su poder y sus victorias, le hizo mas amable y mas famoso, no solo delante de todo Israel, sino de todas las naciones donde se oía su nombre, dicó el sagrado texto; y tanto Israelitas como extrangeros de todas clases y gentes, se reunieron en Jerusalen para dar los mas honrosos y entrañables parabienes á Judas, á sus hermanos y á todo el ejército. - Reconquista Judas la Idumea del mediodia. No se detuvo Judas á gozar de aplausos tan lisonjeros para otro hombre que no fuera tan zeloso del bien público; no creyó que le era permitido estarse tranquilo en Jerusalen, mientras que la nacion tuviese enemigos que combatir é intereses que vindicar. Ya hemos dicho que este béroe batió ál los Idumeos, los encerró en Acrabatane y les castigó ejemplarmente, mas no pudo entonces detenerse, porque los hijos de Bean exterminaban á los Israelitas y fue preciso correr á librarlos. Es ver 1 dad que los Idumeos intimidados con aquellos primeros y terribles golpes de Judas, cuidaban de no provocarle á la guerra, pero era un deber suyo recobrar el terreno y plazas que tenian usurpadas al pueblo de Israel, y en nada pensaban ellos menos que en esta restitucion. El tiempo era muy favorable para estas reconquistas, porque los Griegos no se movian y solo habia que pelear con los Idumeos, nacion que no podia resistir por mucho tiempo. Partió, pues, Judas con sus hermanos y ejército de Jerusalen á la Idumea, y hacía la guerra á los hijos de Esau en la tierra que está hacia el mediodia. Desde luego avanzó hasta Cheron á Hebron, ciudad eélebre en la historia del pueblo de Dios, y capital de todo el pais. La sitió y tomó por asalto, y tambien tomó todas las ciudades de su dependencia. Derribó y quemó sus muros y todas las torres y castillos que habia en el contorno, y quedó la Idumea de parte del mediodia restituida á Israel. Hace la guerra á los Filisteos, quema los idolos y reconquista la capital de Azoto. Concluida felizmente esta conquista, se dirigió al pais de los Filisteos, que estaba á su izquierda entre poniente y norte. Hizo la guerra á los Azocios que ocupaban una parte de la tierra prometida, y eran de los pueblos mas declarados contra Israel y.los mas supersticiosos. Derritó sus altares, quemó sus ídolos, reconquistó sus ciudades, tomó grandes riquezas, particularmente de los templos de los ídolos, y se volvió victorioso á la tierra de Judá. Huye de los habitantes de Elymaida. Mientras que Judas ponía con tantas y tan bellas acciones la situacion de su nacion en un estado bien diferente de aquel en que la suponia Antíoco; este perverso Príncipe, que salió de Antioquía con sus cincuenta mil hombres, recorría las regiones, superiores de la Pérsia y dejaba en la miseria to dos los pueblos por donde pasaba. Cuando desolaba aquel pais oyó que habia en él una ciudad nobilísima llamada Elymaida, muy abundante en plata y en oro, y en ella un templo riquísimo; y que en él estaban los velos de oro y las corazas y escudos que habia dejado Alejandro, hijo de Filipo, Rey de Macedonia, el primero que habia reinado en la Grecia. No era necesario tanto para encender el fuego de la avaricia que consumia á Antíoco. Luego marchó con su ejército á Elymaida y buscaba como apoderarse de ella para saquearla; pero lo conocieron los que estaban en la ciudad, se armaron contra él y le hicieron huir vergonzosa mente. - Sabe la derrota de sus ejércitos en Judea y se desespera. Lleno de pena y tristeza se retiró de las cercanias de Elymaida, y tomó el camino de Babilonia, mas cuando llegaba á Echatana, capital de la Pérsia, vinieron á decirle: que el ejército que habia dejado á su salida de Antioquía para |