de las peleas de Judas Macabeo, el dia veinticinco del mes Casleu, que era el nono del año lunar y correspondia á nuestro Noviembre, tres años justos sin diferencia de dia, desde que habia sido profanado el templo, colocando en él por órden de Antíoco á Júpiter olímpico y dedicándosele á este ídolo infame; por una providencia singular y adorable, volvió á ser dedicado al Dios de la gloria para cuya magestad se habia edificado. Colebracion de esta fiesta por ocho dias. Para conocer el regocijo con que los Israelitas celebraron esta fiesta, sería n cesario tener aquella singular veneracion, de que ellos estaban poseidos acerca del templo de Jerusalen y de la honra con que el Criador del universo habia privilegiado á Jerusalen entre todas las ciudades del mundo. Se levantaron antes del dia y todos acudieron al templo á ofrecer un sacrificio al Señor, segun todas las ordenanzas de la ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habian erigido. Pr parada la leña y la víctima, creen unos (porque todo cabe en la inteligencia del texto sagrado) que los Sacerdotes encendieron con pedernales nuevo fuego y le aplicaron á la leña; y otros que salió este fuego de las piedras del altar repentina y milagrosamente y consumió la leña y la víctima, como en tiempo de Nehemías. Pero de cualquier modo que esto sucediese, luego que principió á arder la leña y á quemars la víctima, r sonaron á una por todas partes los cánticos de alabanza al Señor, al son de las árpas, las liras y demas instrumentos de música. Entonces todo el pueblo se postró so bre sus rostros y todos adoraron y bendijeron hasta el Cielo á aquel que les habia concedido esta dicha. Ocho dias enteros duró la espiacion del templo y del altar y la dedicacion de éste, y en ellos se ofrecieron con grande alegría multitud de holocaustos y de sacrificios de salud y alabanza, y fue borrado del templo del Sñor, dice el sagrado texto, el oprobio de las gentes. En estos ocho dias cantaban alabanzas al Señor, llevando en sus manos palmas y ramos verdes al modo que lo hacian en la fiesta de los tabernáculos, y no cesaban de bendecirle porque les habia concedido purificar el lugar santo y ofrecer en él sus sacrificios; y tanto mayor era su reconocimiento, cuanto esta tierna ceremonia de las palmas y los ramos les recordaba, que aun no habia dos años tenian que celebrar sus fiestas en los montes y cavernas rodeados de las fieras. Y asi era que cuando en medio de su alegría les asaltaba esta triste memoria, se postraban en tierra y rogaban al Señor: que no volviera á permitir que viniesen sobre ellos males semejantes; y que, si en algun tiempo se olvidasen de sus leyes santísimas, les castigase con menos rigor, privándoles de los bienes, de la salud y hasta de la vida; pero que no les privase de celebrar sus festividades en Jerusalen, ni de ofrecer sus sacrificios en su santo templo, y sobre todo, que jamas permitiese que su santa casa fuese hollada por hombres profanos y blasfemos. De este modo celebraron los hijos de Israel por ocho dias la purificacion del templo y dedica cion del altar; pero no quedó satisfecha con esto su piedad. Establecieron que se celebrase esta fiesta de año en año por los mismos ocho dias, principiando el veinticinco del mes Casleu con gozo y alegría. Esta fiesta se llamó Encenia, que quiere decir renovacion, y aun se celebraba en tiempo de nuestro Señor Jesucristo. Fortifican el monte de Sion y Betsura. Concluida la octava de esta gloriosa fiesta, trataron de fortificar el monte de Sion á fin de impedir que los gentiles volviesen á profanar la ciudad y el templo santo. Para esto rodearon todo el monte de altas y gruesas murallas y levantaron fuertes torres de trecho en trecho se defendiesen para que unas á otras. Cuando estuvieron concluidas estas obras, eligió Judas de entre sus tropas lo que habia de mas valiente en su ejército y formó una guarnicion escogida, que colocó en las torres. Estas tropas estaban prontas siempre á hacer frente y rechazar á los paganos y apóstatas que ocupaban la ciudadela, situada en la cima del monte; y encargadas ademas de mantener libres y seguros los caminos por donde venian los Israelitas á adorar al Señor en su santa casa. Con el mismo objeto fortificaron tambien la ciudad de Betsura. Era esta una plaza muy cercana á Jerusalen. Estaba situada á la parte del mediodia, mirando á la Idumea; y su situacion era muy ven'ajosa y de muy dificil acceso, porque estaba edificada entre grandes montañas y no se podia ir á ella sino por caminos muy estrechos. Esta fortaleza ponia al pueblo de Jerusalen á cubierto de las correrías de los Idumeos, siempre dispuestos á inquietar á los Israelitas y hacerlos la guerra. Persecucion general de las naciones vecinas. Parecia que despues de haber ahuyentado Judas á los Sirios, derrotándolos en seis batallas seguidas, y de haber asegurado la defensa de Jerusalen, cercando de muros y torres el monte de Sion y aumentando las defensas de la plaza fuerte de Betsura, debian los Gentiles, que en parte poseían y en parte rodeaban las tierras de Judá, renunciar á todo género de guerras contra los Judíos; pero no sucedió asi. Bien que concibiesen envidia del engrandecimiento de los hijos de Israel: bien que temiesen que este engrandecimiento viniese á causar su ruina, particularmente no teniendo por entonces esta nacion valerosa guerras con los Sirios, lo cierto es, que ellos se conjuraron por todas partes para exterminar al pueblo de Israel, si les fuera posible. Casi toda la tierra de Judá habia quedado desierta, cuando Nabucodonosor llevó cautivo este reino á Babilonia, mucho mas cuando Joanan y sus compañeros arrastraron á Egipto una pequeña parte que habia quedado en Judea, y sobre todo cuando Nabuzardan recogió por órden de Nabuco las reliquias que se habian reunido en las cercanias de Jerusalen. Entonces todos los moradores de la Judea quedaron reducidos á unos cuantos miserables, y algunos habitantes del campo; porque Nabucodonosor no envió colonias de alienigenas á poblar la Judea, como Salmanasar la Samaria. En el tiempo de la cautividad, las naciones que confinaban con la tierra de Judá se habian entrado en sus términos, principalmente los Idumeos en la parte meridional, que formaba una de las mas bellas provincias del reino, en cuya usurpacion se habian mantenido despues de haber vuelto los Judíos de su cautiverio. Las otras naciones, á saber: Ios Amonitas, Moabitas, Samaritanos, Fenicios y Filisteos enemigos irreconciliables de los Judíos, habian hecho casi lo mismo, de modo que los Judíos se hallaban muy estrechados y al presente invadidos por estos envidiosos é inquietos enemigos, que se habian conjurado para exterminarlos, ó lanzarlos de la tierra prometida por Dios á sus padres. Sale Judas á campaña contra ellas. Judas, que por todas partes recibia avisos de esta persecucion general, conoció que aun no habia hecho bastante para la seguridad de su pueblo con arrojar de su pátria á los Sirios, y encerrar en la ciudadela á los paganos y apóstatas, sino domaba á estos peligrosos vecinos. A la sazon se habian aumentado considerablemente las tropas de Judas y se hallaba en estado de hacerles la guerra sin necesidad de la numerosa y fuerte guarnicion que debia quedar en Jerusalen. Púsose en campaña, bajo la proteccion del Señor como siempre, y con la intrepidez que le era propia, y los sucesos felices se siguieron con la rapidez acostumbrada. Vence á los Idumeos, les castiga egemplarmente y extermina á los Beanitas. Desde luego se dirigió á la Idumea, cuyos habitantes, descendiendo de Esau, hermano de Jacob, debieran menos que nadie declararse perseguidores de sus |