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principes y cortesanos; y á mas de esto, añadió, aun la Reina Estér á ninguno otro ha llamado al con vite con el Rey sino á mí, y mañana tambien he de comer en su cuarto con el Rey; mas aunque tengo todo esto, nada me parece tener mientras viere al Judio Mardoqueo sentado á las puertas de palacio. ¡Cuán poco basta para amargar todas las satisfacciones del mundo, cuando no se fundan en la virtud!

Viga de cincuenta codos para crucificar á Mardoqueo. Entonces Zares su. muger y los amigos le dijeron, dá órden que se prepare una gran viga de cincuenta codos de altura (veinticinco varas) y mañana al Rey que sea colgado en ella Mardoqueo, y asi irás contento al convite con el Rey. Pareció bien el consejo á Amán y mandó que se preparase la encumbrada viga, pero en forma de cruz. ¡Qué mucho que aprobase Amán un consejo que estaba tán al contento de su soberbia! Sin embargo no la satisfizo, por que nada la satisface, y añadió la circunstancia de que se pusiesen brazos en el remate de la viga para que acabase crucificado, que era el suplicio mas ignominioso de aquellos tiempos, y para que siendo tan desmedidamente alta la viga, le viesen crucificado en ella, no solo toda la gran ciudad de Susa, sino tambien todos los pueblos de

sus contornos.

Leen á Asuero la fidelidad de Mardoqueo. Pasó el Rey aquella noche (que medió entre los dos convites) sin dormir, y mandó que le trajesen las historias y anales de los tiempos pasados, y leyéndolas en su presencia, llegaron a aquel lugar, donde estaba escrito como Mardoqueo liabia dado la noticia de la conspiracion de los eunucos Bagatan y Tares, que habian intentado degollar al Rev, ¿y qué honra, preguntó el Rey al oirlo, ¿y qué premio ha recibido Mardoqueo por esta fidelidad? Nada, le dijeron sus familiares y Ministros. Ninguna recompensa ha recibido. ¡ Tan menguados debieron ser los presentes que hizo el Rey á Mardoqueo cuando descubrió la conjuracion, que sus Ministros les reputan aqui por nada, y contestan que ninguna recompensa ha recibido! ¿Quién está en la antesala? preguntó al punto el Rey. Sin duda oyó algun ruido, por que Amán habia entrado hasta el cuarto interior de la casa real para su gerir al Rey que mandase colgar á Mardoqueo en la cruz que le tenia preparada. Mutho habia madrugado Amán para acelerar la ignominia y la muerte de Mardoqueo; pero el Señor que velaba en su conservacion y su honor, habia hecho que madrugase mas Asuero, teniéndole en vela toda la noche, y asi cuando llegó Amán con el ánimo de oprimir á Mardoqueo, ya estaba preparado todo para ensalzarle. Respondieron, pues, los familiares al Rey: Amán es quien está en la antecámara. Que entre, dijo el Rey: y habiendo entrado, le dijo: ¿Qué debe hacerse con un hombre a quien el Rey quiere honrar? Y Amán, pensando en su corazon y contando con que el Rey á ningun otro queria honrar sino á él, respondió: el hombre a quien el Rey quiere honrar debe ser revestido con las vestiduras reales, subir sobre caballo de silla del Rey y llevar sobre su cabeza la corona real. El pri

mero de los Príncipes y grandes del reino debe llevar asido del diestro el caballo, y paseando por la plaza de la ciudad, decir en alta voz: asi será honrado todo aquel á quien el Rey quisiere honrar,

Amán pasea en triunfo á Mardoqueo. Date prisa, le dijo el Rey, y tomando el manto real y el caballo, haz todo lo que has dicho con el Judio Mardoqueo, que está sentado á las puertas de palaeio, y guárdate de omitir cosa alguna de las que has dicho. Era necesario ser el mismo Amán para conocer la rábia que despedazaría sus entrañas al verse precisado á cumplir esta órden; pero fue necesario obedecer, y encerrar su desesperacion y su rábia en lo mas escondido de su pecho. Tomó, pues, el manto real y vistió con él á Mardoqueo en la plaza de la ciudad. Tomó despues el caballo del Rey, hizo subir sobre él á Mardoqueo y llevando la brida, iba clamando delante de Mardoqueo: de tal honra es digno aquel á quien el Rey quiere honrar. Todo se concluyó como Asuero habia ordenado. Mardoqueo se volvió á la puerta de palacio y Amán huyó á su casa, llorando y llevando tapada la cara de vergüenza. Contó á Zares su muger y á sus amigos todo lo que habia pasado, y tanto su muger como sus amigos le dijeron: si Mardoqueo, delante del cual has principiado á caer, es del linaje de los Judios, no podrás resistirle, sino que caerás delante de él.

Se descubre la traicion de Amán y es crucificado en la viga que habia levantado en su casa para Mardoqueo. Aun estaban hablando, cuando llegaron los eunucos del Rey y le compelieron á ir al convite que tenia dispuesto la Reina. Entraron, pues, el Rey y Amán á comer y beber con la Reina, y el Rey despues de haber tomado calor con el vino, la dijo tambien este segundo dia ¿Cuál es tu peticion Estér para concedértela? ¿Qué quieres que se haga? Aunque pidas la mitad de mi reino le alcanzarás. Si he hallado, respondió Estér, gracia en tus ojos, ó Rey, y si te agrada, concédeme la vida por la que te ruego, y á mi pueblo por el que intercedo; porque mi pueblo y yo hemos sido entregados para que seamos machacados y degollados y para que perezcamos, y... ¡ojalá que fuéramos siquiera vendidos por esclavos y esclavas! sería un mal tolerable, y yo gimiendo callaría; mas hay un enemigo nuestro, cuya crueldad redunda contra el Rey. ¿Y quién es ese, dijo el Rey enfurecido? ¿Y cuál es su poder que se atreva á hacer eso? Nuestro adversario, dijo Estér conmovida, nuestro pésimo enemigo, es este Amán. Al momento que Amán oyó estas palabras, quedó yerto, no pudiendo sufrir el semblante del Rey y la Reina. Asuero, casi ciego de cólera, se levantó del asiento y se entró en el jardin á respirar y esplayarse. Tambien se levantó Amán á rogar por su vida á la Reina, por que conoció que el Rey le preparaba un gran mal. Asuero volvió luego del jardin, y cuando entró en el lugar del convite, encontró á Amán derribado sobre el lecho en que, para comer, estaba recostada la Reina, y dijo: ¡tambien en mi casa y mi presencia quiere oprimir á la 'Reina! Aun no habian salido de la boca del Rey estas palabras, cuando le cubrieron la cara, y dijo Harbona, uno de

los eunucos que habian ido á llamar á Amán y visto en su pátio la viga para colgar á Mardoqueo; hay en la casa de Amán levantado un madero de cincuenta codos de alto que tenia prevenido para aquel Mardoqueo que habló en favor del Rey, y dijo el Rey: colgadle en él. Y asi fue colgado Amán en la cruz que habia preparado para Mardoqueo, y con esto cesó la ira del Rey. ¡Digno paradero de un impío, que embriagado con su grandeza hasta juzgarse como un Dios, exige con pena de horca los inciensos de divinidad! ¡Ejemplo terrible de la justicia Divina que abate al soberbio y le sacrifica en el mismo madero que tiene dispuesto para sacrificar al humilde! ¡Monumento adorable de la bondad del Señor con sus fieles siervos, que prefieren morir antes que doblar la rodilla ni inclinar la cabeza á Baal!

Suplica á Asuero la Reina que revoque el edicto de Amán. En aquel mismo dia el Rey Asuero dió á la Reina Estér, como bienes del fisco, la casa de Amán, enemigo de los Judios, y Mardoqueo entró á la presencia del Rey, por que Estér declaró á Asuero que Mardoqueo era su tio paterno. Entonces tomó el Rey el anillo que habia mandado recoger de Amán y lo entregó á Mardoqueo (haciéndole su primer Ministro) y Estér le dió el Gobierno de su palacio. En seguida la Reina se echó á los pies del Rey y bañada en lágrimas le suplicó que anulase las pésimas órdenes y maquinaciones de Amán contra los Judíos. Segun la costumbre, alargó el Rey su cetro de oro con el que se daba muestra de clemencia, y levan

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