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á la ciudad, á que abandonasen las leyes de su Dios y de sus padres, sino tambien para que manchase el templo, le hiciese abominable, y le declarase templo de Júpiter Olímpico, que era el ídolo que adoraban los Griegos; y tambien para que pasase al templo de Garicin y le declarase templo de Júpiter Hospitalario, porque los habitantes del monte de Garicin eran una partida ó colonia de extrangeros, á quienes se habia permitido aquel terreno como por hospitalidad.

El malvado Antíoco conocia muy bien los malvados, y el perverso viejo que envió á Jerusalen, era muy digno de la comision que le daba. Apenas llegó á la ciudad, cuando se vió inundada de pésimos males, porque el templo del Señor, ocupado desde luego por los paganos, se llenó de la lujuria y las glotonerías de los gentiles, de hombres que pecaban con rameras, y de mugeres atrevidas, que entraban en los lugares santos, llevando lo que no era permitido. El altar estaba lleno de cosas ilícitas y prohibidas por la ley, y no solo no se guardaba el Sábado y los dias solemnes, sino que no habia ya quien se atreviese á confesar claramente que era Judío, porque en el cumple años del Rey se les obligaba con terrible violencia á ofrecer sacrificios á los ílolos; y cuando se celebraban las fiestas del dios Baco, se les hacia dar vueltas al rededor del ídolo, coronados de yedra.

Colocacion del idolo de la abominacion en el lugar santo. Tantas abominaciones merecian ser consumadas por el abominable Antíoco. El año ciento cuarenta y cinco del imperio de los Griegos y octavo de su reinado, subió á Jerusalen á completar su obra de la abolicion de la religion de İsrael. El dia quince del mes Casleu (Noviembre) se colocó el abominable ídolo de la desolacion (Júpiter Olímpico) sobre el altar de Dios, y en todas las ciudades de Judá en rededor de Jerusalen, se edificaron aras. En esto se ocuparon diez dias, y el veinticinco del mismo mes se ofrecieron sacrificios sobre el ara que habian erigido delante del altar de Dios, en que estaba colocado el ídolo. Lo mismo se hacía sobre las demas aras, de modo, que ya en aquel dia se ofrecian sacrificios y se quemaban inciensos delante de los ídolos, que habian colocado sobre las aras en las ciudades, las plazas y en las puertas de las casas. Se habian buscado con gran diligencia los libros de la ley, y en aquel dia les bicieron pedazos y quemaron en obsequio de los ídolos. Todo hombre, en cuyo poder se hallaban los libros del testamento del Señor, y todo el que guardaba la ley del Señor, era despedazado, segun el edicto del Rey. Quedó establecido que el dia veinticinco de todo mes fuese una fiesta para obsequiar á Júpiter con sacrificios y otras ceremonias, ya monstruosas, ya ridículas, y ya obscenas; y cuando llegaba este dia fatal, venian con él nuevos peligros, nuevas violencias y nuevas persecuciones para los desgraciados Israelitas.

Otro edicto de Antioco. No se limitaron los edictos de Antíoco á las ciudades de Judá. Salió un decreto para que en todas las ciudades paga

nas, que rodeaban la Judea, se procediese del mismo modo contra los Judíos, obligándolos á ofrecer sacrificios á los ídolos, y á conformarse con los Gentiles en todos los ejercicios de religion; y para que se quitase la vida sin misericordia á todos los que se resistiesen. Por este decreto quedaron condenados á muerte los Judíos que vivian de asiento en las ciudades vecinas y los que se habian refugiado á ellas, huyendo de la muerte. De este modo ya no restó al pueblo de Israel otro arbitrio que la apostasía ó la muerte, y aqui era ver lástimas, dice el texto sagrado.

Destrozos en los Israelitas que guardaban la ley. Dos mugeres con sus dos hijos son arrojadas del muro y estrelladas con ellos por haberlos circuncidado. Muchos resolvieron en su corazon no comer carnes sacrificadas á los ídolos, ó prohibidas por la ley, y eligieron morir antes que mancharse con comidas inmundas, y fueron despedazados porque no quisieron quebrantar la ley santa de Dios. Las mugeres que circuncidaban sus hijos eran divididas en piezas, segun el edicto del Rey, y lo mismo los hombres, y los niños circuncidados morian colgados por sus cuellecitos en (las ventanas de las casas) de sus padres. Acusaron á dos madres de haber circuncidado á sus hijos, y luego fueron paseadas por la ciudad con los hijos pendientes de sus pechos y precipitadas con ellos de lo alto del muro, muriendo estrellados madres é hijos por cumplir la ley santa de Dios. Otros Israelitas, reunidos en cuevas, celebraban á escondidas el dia de Sábado. Dieron cuenta de esto al Gobernador Filipo, y los quemaron vivos... Ruego, pues, dice aqui el historiador sagrado, á los que han de leer este libro: que no se horroricen á la vista de estos lastimosos sucesos, si no que consideren: que estas cosas, que acaecieron, no fueron para destruccion, sino para enmienda de nuestra nacion; porque no permitir largo tiempo á los pecadores que obren segun su voluntad, sino aplicar desde luego el castigo, señal es de gran beneficio. ¡Insigne verdad que debemos tener siempre presente los pecadores en nuestros trabajos!

Abren á la fuerza la boca al santo anciano Eleázar para que coma carne de puerco. A este tiempo vivia en Jerusalen Eleázar, uno de los primeros doctores y maestro de Israel, respetable por su ancianidad, amable por su presencia y venerable por su ciencia, su zelo y sus virtudes. Contra este grande hombre se dirigieron particularmente los satélites de Antíoco, persuadidos á que no quedaría Judío que resistiese, si lograban vencer este gigante de la religion de Israel. Como su intento no era hacer un mártir, sino un apóstata, emplearon antes de los tormentos las promesas, las amenazas y todo género de seducciones para pervertirle. Mas al ver que eran inútiles todos sus artificios, recurrieron, no al acero, sino á la violencia. Le abrieron á la fuerza la boca, y trabajaban por hacerle comer carne de puerco, como si por una accion en la que el corazon no tiene parte, pudiera el hombre hacerse trasgresor de la ley. Viendo los seductores que tambien la violencia era inútil, ya solo trataron de llevarle al suplicio. Iba el venerable anciano contento á los tormentos, prefiriendo una gloriosísima muerte á una vida aborrecible. Luego que llegó al lugar del suplicio y vió los terribles instrumentos preparados para atormentarle, solo pensó en sufrir con paciencia, y en no hacer ni la menor cosa ilícita por amor á la vida.

Compasion inicua de sus amigos. Mas cuando asi fortalecía su corazon este venerable anciano, algunos de los que estaban presentes se acercaron á él, y movidos de una compasion inícua, asi la lla ma el texto sagrado, por la antigua amistad que le profesaban, tomándole aparte, le rogaban que les permitiese traerle carnes de las que le era lícito comer, para dar á entender que habia comido de las carnes sacrificadas á los ídolos, como mandabá el Rey, y librarse por este medio de una muerté cruel; y esto lo hacian, añade el mismo texto, por una especie de humanidad en atencion al antiguo afecto que le tenian. Este ataque de la falsa compasion de sus conciudadanos fue para el an ciano Eleázar mas terrible que todos los que habia sufrido por parte de los paganos; pero nada bastó para mover este muro firmísimo de la casa de İsrael.

Su precioso y nunca bien alabado ejemplo. Entre tanto que estos malos amigos daban conse jos tan peligrosos al venerable anciano, contemplaba este justo el honor debido á su edad y an cianidad y la nobleza de aquellas canas, que ha biendo nacido y crecido á la sombra de la reli gion de sus padres, adornaban su cabeza en sus

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