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un solo momento en prepararla, pensando quizás, que estando todo dispuesto, sería facil adelantar el término y lograr cuanto antes su intento.

Con este deseo se presentó inmediatamente al Rey y le dijo: hay un pueblo que está esparcido por todas las provincias de tu reino, y separado de entre sí mútuamente, que usa de nuevas leyes y ceremonias, y que ademas desprecia las órdenes del Rey. Tu conoces perfectamente que no conviene á tu reino que ese pueblo se haga insolente por falta de castigo. Si te parece bien decreta que perezca, y yo pasaré á los cajeros de tu tesoro diez mil tab lentos de plata. ¡Insigne maldad de parte de Amán, que quiere comprar las vidas de una nacion por diez mil talentos de plata, y extrema ceguedad del Monarca, que no ve que á falta de justicia, se com pra esta insigne maldad con dinero! Asuero en vez de ver una injusticia en esta demanda, franqueo al malvado Ministro todos los medios de ejecutarla á su placer y contento," sacó de su dedo el anillo de sellar los decretos reales y le entregó al enemigo de los Judios, diciendo: la plata que me ofreces sea para ti; y por lo que toca á ese pueblo, haz como gustes. No perdió tiempo Aman; compuso un edicto sangriento, y el dia trece del mes de Nisan, primero del año, lo dió á copiar á los Secre tarios del Rey en la lengua de cada una de las unal ciones que componian el imperio; y ademas de fi jarle en la corte, le envió á los Ministros del Rey, y á los Jueces de todas las provincias del Reino. Iba expedido en nombre del Rey y sellado con su real anillo, y he aqui literal el cruel documento,

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Decreto de Asuero para exterminar todos los Judios de su reino. El muy grande Artajerjes, Rey desde la India hasta la Etiopia, á los Príncipes y Gobernadores de las ciento y veintisiete provincias que están sujetas á su imperio, salud. Mandando yo á muchísimas gentes y habiendo sometido á mi imperio toda la tierra, jamas quise abusar de la grandeza de mi poder, sino gobernar á mis súbditos con mansedumbre y clemencia, para que pasando la vida en sosiego y sin miedo, goza+ sen de la paz que desean todos los mortales; y pre guntando á mis Consejeros ¿cómo podría conse guirse esto? uno, que aventajaba mas en sabiduría y fidelidad, que era el segundo despues del Rey y se llamaba Amán, me indicó: que habia un pue blo esparcido por toda la tierra, que se gobernaba por leyes nuevas, y obrando contra la costumbre de todos, despreciaba los mandatos de los Reyes, y violaba con su disentimiento la concordia de todas las naciones, lo cual entendido por nos, viendo que una sola nacion contraria á todo linage de los hombres, sigue leyes perversas, se opone a nuestros mandamientos y turba la paz y la concordia de las provincias que nos estan sujetas, hemos mandado: que todos los que mostráre Amán, que es el Superintendente de todas las provincias, el segundo despues del Rey, y al que reverenciamos como á padre, sean exterminados con sus mugeres é hijos -por sus enemigos el dia catorce (trece) del mes Adar, duodécimo del presente año, y que ninguno -use de misericordia con ellos, para que los hombres malvados, descendiendo á los sepulcros en un

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Llantos y penitencias de los cautivos y sobre todo de Mardoqueo al ver el decreto. Este edicto se fijó al instante en Susa, celebrando el Rey y Aman un convite, y llorando al leerle todos los Judios que habia en la Ciudad. Tambien se fijó en todas las provincias, ciudades y pueblos del imperio, y donde quiera que llegaba el cruel edicto, habia gran llanto entre los Judios, ayunos, lloros y alaridos, usando muchos de saco y de ceniza en lugar de cama, pero sobre todo Mardoqueo que vivia en la ciudad, habiendo leido el edicto, rasgó sus vestiduras, se puso un saco de cilicio, cubrió su cabeza de ceniza, y en este traje clamaba á gritos en medio de la plaza de la ciudad, y corria la mentándose hasta las puertas de palacio, pero alli le detenian por que no era permitido entrar en el palacio del Rey vestido de saco y cilicio, pero él aumentaba sus lamentos y gritába á las puertas esperando que Estér supiese lo que pasaba. No tardó en conseguirlo. Las doncellas de la Reina y los eu nucos que oyeron estos lamentos de Mardoqueo, by vieron el saco que le cubria, como sabian que su Señora tenia relaciones con él, aunque ignoraban que fuese su tio, la llevaron la noticia, y la Reina al oir la afliccion que manifestaba su querido tio, y el vestido que traía, quedó consternada yosin saber ni que hacer ni que pensar de las tristes demostraciones de un hombre tan entero y superior como Mardoqueo. Por de pronto la ocurrió enviarle un vestido para que dejando el saco pudiese

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acercarse algo mas y comunicarla sus trabajos; pero Mardoqueo no quiso recibirle y menos desnudarse del saco. Entonces conoció la Reina que el motivo de su trage y sus lamentos era muy grave, y llamando al eunuco Atac que habia destinado el Rey para que fuese el principal que la sirviese, le mandó que fuese á Mardoqueo y supiese de su boca: porque hacia aquello. Atac fue á buscar á Mardoqueo y luego le halló en la plaza que habia á las puertas de palacio, le dijo el encargo que traía de la Reina, y Mardoqueo le refirió todo lo que pasa ba, y que Amán habia prometido llevar mucha plata á los tesoros del Rey por la matanza de los Judios. Le dió al mismo tiempo un ejemplar del edicto que estaba fijado en Susa para que le presentase á la Reina y la dijese: que entrára á hablar al Rey y suplicarle por su pueblo; y que invocase al Señor y rogase al Rey para que les librára de la muerte. Volvió Atað á la Reina y la hizo presente lo que le habia dicho Mardoqueo.

Lo sabe la Reina y se aflige en extremo. La Reina se afligió en gran manera al oir una noticia tan terrible, y en cuanto á presentarse al Rey, mandó á Atac que dijese á Mardoqueo: todos los siervos del Rey y bajo de su dominio saben, que si un hombre ó una todas las provincias que estan muger entrase sin ser llamado en el cuarto interior del Rey, sin tardanza alguna es entregado á la muerte, á no ser que el Rey estienda su cetro de oro en señal de clemencia y asi pueda vivir. ¿Cómo, pues, podré entrar, donde está el Rey, yo, que no he sido llamada hace ya treinta dias? Pero

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Mardoqueo la contestó, diciendo: no pienses que por que estás en la casa del Rey saldrás tu sola con vida entre todos los Judios; por que si tu calláres ahora, por otro camino se salvarán los Judios y tu y la casa de tu padre perecereis. ¿Y quién sabe si por eso has llegado á ser Reina para que estuvieses á punto para defendernos en una ocasion

como esta?

Se determina á presentarse al Rey y encarga un ayuno de tres dias. Estas razones y este tono de autoridad tan fuerte al parecer, pero tan justamente usado por Mardoqueo en una ocasion en que se trataba del medio, ó acaso del entero exterminio del pueblo de Dios, por que cubierta de cadáveres la Persia y exterminados en ella los Judios, se tomaria este ejemplo para exterminarlos en la Ba-t bilonia... estas razones, repito, y este tono llenaron de valor á la inocente y delicada Reina y no dudó un momento en ofrecer al Señor el sacrificio de su vida por la salvacion de su pueblo. Se abrazó con la sentencia de muerte á que la condenaba la entrada en el cuarto del Rey, y envió á decir á Mardoqueo: andad y reunid todos los Judios que halláreis en Susa y rogad á Dios por mí. No comais ni bebais en tres dias y tres noches; yo con mis criadas ayunaré del mismo modo, y despues me presentaré al Rey, haciendo contra la ley, no siendo llamada, y entregándome al peligro y á la muerte. No esperaba menos Mardoqueo de la religion y virtud de Estér, Bendijo muchas veces al Señor y tuvo un consuelo indecible al considerar la preciosa y valerosa joven que con sus instruccio

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